En la plaza del Zócalo, en el merito centro de la Ciudad de México, fue levantada una enorme estatua de veinte metros de altura, idea que se le ocurrió a algún burócrata desvelado, que debería presidir los festejos del Bicentenario de la Independencia de este país, provocando una ríspida polémica por que el pueblo no logró saber su costo ni encontró a quién rayos representaba. Era, se aclaró, una alegoría que homenajeaba a los que lucharon por romper las cadenas con las que nos aherrojaba una potencia extranjera. Lo que nos provocó que trajéramos a un primer plano el recuerdo de la gigantesca estatua erigida en honor de un dios griego, considerada como una de las 7 Maravillas del Mundo antiguo, hecha con placas de bronce sobre un armazón de hierro. Los primeros grabados que se hicieron del monumental gigante, los vi en la escuela primaria, en aquel entonces aparecía apoyando cada pierna en el muelle de la isla de Rodas, con una estatura aproximadamente de 30 metros, cuyas dimensiones eran similares, más o menos, a la actual Estatua de la Libertad que recibe a los visitantes, provenientes del viejo mundo, que desembarcan en suelo americano. En el año 223 a. de JC., un terremoto se encargó de derribarla. Se decidió dejar los restos en el lugar donde se desplomó, siguiendo un designio del oráculo.
El oráculo al que se refieren quienes decidieron dejar en el lugar donde se hallaban los restos del derruido Coloso sin duda era el de la Isla de Delfos, a donde acudían quienes deseaban conocer el futuro. Fue un recinto sagrado dedicado principalmente al dios Apolo, llegando a ser el centro religioso del mundo helénico. Las encargadas de resolver las consultas eran las llamadas pitonisas, las respuestas eran muy ambiguas. "El trípode de la Pitonisa o Pitia se hallaba sobre una grieta muy profunda de la rocas. Por esa grieta emanaban gases tóxicos que hacían que la mujer entrara rápidamente en un estado de embriaguez y desesperación con grandes tirtitonas, es decir entraba en trance, desgreñada y arrojando espuma por la boca". Había un gran número de aciertos, por lo que la fe en él era total, incluso si se equivocaba porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí. Una anécdota será suficiente para saber sobre lo imprecisa que podía ser la respuesta. Se cuenta que el rey Creso de Lidia envió una consulta al oráculo, pues ambicionaba invadir la Persia y quería saber si el momento era propicio, a lo que se le respondió por conducto de la pitonisa: si cruzas el río que hace frontera entre Lidia y Persia, destruirás un gran imperio. La respuesta se interpretó como favorable, considerando que el gran imperio era el Persa. Pero el que se destruyó fuel el suyo y Lidia pasó a poder de los Persas.
Si se trataba de musas creo que el autor de la obra se dejó llevar por el entusiasmo, al comparar su obra con el contra revolucionario y militar huertista, Benjamín Argumedo, aunque después, seguramente al serle jaladas las orejas, pretendió disimular sus preferencias ideológicas, diciendo que su escultura no tenía identidad y que la figura del Coloso corresponde a un soldado anónimo de la época insurgente. El secretario de Educación, por su parte, aseguró que es un homenaje a los cientos de miles de mexicanos ignorados, casi todos campesinos pobres que participaron en el movimiento insurgente y que escribieron un capítulo central de la historia de este país. El rostro no retrata a ningún personaje en particular y no tiene una identidad específica, aseveró con el ceño adusto el funcionario. Luego que se había colocado en el Zócalo el 15 de septiembre, al ser retirada fue a dar con sus huesos, ah ah ah, no los tiene, bueno, digamos sus tuercas y tornillos, cubiertas con lonas blancas, en terrenos del CAPFCE de la Secretaría de Educación Pública, en espera, anunció el titular de la dependencia de que sea colocada en algún espacio público. Ojalá y no, se dijeron los capitalinos.
En fin, y ya que hablamos de grandotes, en estos días hizo declaraciones a la prensa, el coloso de San Cristóbal, quien aseveró, sin más ni más, que en 2012 los priistas volverán a meterse a la casa presidencial. ¿Para ésta que viene? Le interrogó el reportero, a lo que contestó el improvisado oráculo: pues sí, por lo pronto los dados dicen eso, los dados y los datos, agregó el ex presidente, metido a pitoniso, aunque a continuación matizó su vaticinio, cuando se le informó que Felipe Calderón ha dicho que el PAN va por su tercer periodo en el Gobierno, indicando que cada quien le hará la lucha. Y por si había duda de su postura, señaló que la guerra contra las drogas tiene costos ocultos, daña la imagen de México y estamos pagando un costo fenomenal, advirtiendo que no puedes combatir el crimen violando los derechos humanos y el proceso jurídico. Luego, dijo que al narcotráfico no se le puede terminar, acotando que la prioridad para el Gobierno debe ser acabar con la violencia, sentenciando, se trata de meter al genio a la botella y taparla. Terminando por comparar la guerra contra el narcotráfico con un juego de vencidas, sin límite de tiempo, abogando porque la droga se maneje por empresarios, por productores y por agricultores, una vez legalizada. Si vemos lo que hace el Gobierno en este renglón ¿a dónde va Vicente?