Una de las causas del atraso en el que se encuentra la Comarca Lagunera y su zona metropolitana es el deficiente transporte público. En las condiciones actuales, este servicio, fundamental para quienes carecen de vehículo propio -es decir, la mayoría de la población-, en lugar de facilitar la vida de los habitantes de la región, la complica.
Las raíces de este rezago son fáciles de rastrear: la ausencia de planeación urbana, el descontrol en el manejo de concesiones, la falta de coordinación entre las autoridades de los municipios conurbados y, sobre todo, la estrechez de miras de gobernantes y concesionarios, quienes han sido incapaces de concebir un proyecto integral de transporte urbano y regional, que va mucho más allá de la remodelación de la flotilla de vehículos.
Un buen punto de partida sería comenzar a pensar más en el concepto de movilidad que en el de transporte. La movilidad implica una visión amplia de la posibilidad de los pobladores de una región de trasladarse fuera o dentro de sus comunidades de forma rápida, cómoda y económica. Así lo han entendido desde hace varios lustros las sociedades de países que han logrado mantener un buen nivel de prosperidad. Sirva de ejemplo el de Lacio, caso que he tenido la oportunidad de conocer.
Esta región de la Italia central ocupa una extensión de 17 mil 200 kilómetros y en ella viven alrededor de 5.6 millones de personas, de los cuales 2.8 millones habitan en Roma, capital de la región y del país. Alrededor de Roma existen decenas de suburbios, ciudades menores y pueblos, en los cuales viven muchas de las personas que participan de la actividad económica romana. Pero contrario a lo que ocurre en México y en nuestra comarca, los habitantes del Lacio no tienen que cambiar su lugar de residencia a la gran ciudad para poder trabajar. Y esto es posible gracias al sistema de movilidad con el que cuenta la región.
Ese esquema, coordinado por cuatro compañías (Trenitalia, Metrebus, Cotral y Atac), consta de transportación vía ferrocarril, autobús urbano y suburbano y metro, utilizando un solo boleto, el cual puede adquirirse con suma facilidad ya sea para un día, una semana, un mes o un año; el costo diario disminuye conforme aumenta el tiempo de vigencia del boleto. De esta forma, un residente de un municipio, por ejemplo, en la provincia de Viterbo, ubicado a 100 kilómetros de Roma, puede viajar con un solo boleto por autobús, tren y metro a su centro de trabajo en un tiempo no mayor a dos horas, y regresar de la misma manera.
Las ventajas de este sistema integral de transporte son enormes, no sólo para el desarrollo económico del ciudadano, sino para el progreso de la región completa. Los latinos tienen mayores oportunidades de empleos por el simple hecho de que pueden trasladarse a lugares más alejados para buscarlos, sin tener que cambiar su residencia, lo cual, además, les evita los gastos de renta u hospedaje.
Por otra parte, Roma en vez de convertirse en una ciudad receptora de desempleados desesperados, integra a las comunidades que le rodean en su red económica a través del transporte. Se evitan así males como el desarraigo, la creación de cinturones de miseria, la sobrepoblación y la congestión vial, sólo por mencionar los principales. La riqueza no se concentra en una gran área urbana, sino que alcanza a las poblaciones más alejadas de la región, cuyos pobladores no necesitan dejar sus hogares y a sus familias para trabajar, como ocurre en nuestra comarca.
Ahora bien, más allá de los recursos económicos que obviamente implica un sistema como el arriba descrito, lo primero que hace falta es visión y un proyecto. Y esa visión tiene que ser estrictamente regional, no sólo para el beneficio de las ciudades más importantes.
Hasta ahora el concepto de zona metropolitana ha servido en La Laguna para que unos cuantos políticos se alcen el cuello por haber "conseguido" una tajada del pastel llamado Fondo Federal Metropolitano. Y en las obras que han impulsado los gobiernos estatales y locales no se percibe aún esa visión integradora, que beneficie lo mismo al campesino de San Pedro o Cuencamé, que al obrero de Torreón o Gómez Palacio.
Además, los proyectos de infraestructura vial, en los que tanto dinero se invierte, están enfocados casi de forma exclusiva a los automovilistas; rara vez se piensa en los peatones, ciclistas, motociclistas y usuarios del transporte colectivo.
La idea de movilidad regional es para todos los ciudadanos, no para unos cuantos. Todos los laguneros nos veríamos beneficiados con un transporte integral y eficiente. Por lo menos, trasladarse de un lugar a otro en La Laguna ya no sería un suplicio como lo es hoy para la mayoría de la población, y las oportunidades de crecimiento se acercarían a quienes se encuentran ahora más lejos de ellas.