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A toda Lupe

ADELA CELORIO

Muchas damas se desmayaron ante la prueba de tan viril hombría, cuando Fray Servando Teresa de Mier (por entonces de 29 años y bastante buen ver) pateó detrás del altar para imponer el respeto necesario. ¡Señor! Dijo el religioso de la orden de predicadores aquel 12 de diciembre de 1794, en el Santuario del Tepeyac; y arrancó con su controvertido sermón que tantos perjuicios habrían de acarrearle.

Yo no estuve ahí, pero cuentan los estudiosos que la palabra del fraile fue un largo combate entre los antiguos dioses y las nuevas leyendas. Imagino que hizo un palimpsesto entre Cihuacóatl (la diosa más antigua de quien cuentan se aparecía muchas veces como una señora compuesta con unos atavíos como se usan en palacio) La Gran Madre de los Mexicanos y de la que se derivan Chimalma, madre de Quetzalcóatl, la madre de Hitzilopochtli, Cuatlicue, y directamente nuestra madre de Dios, Tonatzin Guadalupe. (Sólo así se explica que a treinta años de consumada la conquista, Cihucóaltl se valiera de su apelativo de Tonatzin, que significa "nuestra madre" y "madre de los dioses", para transformarse en la Virgen india, cristianizada, e hispanohablante llamada Guadalupe) Don Alonso Núñez de Haro y Peralta, Arzobispo de México presente en el momento del solemnísimo sermón, se tragó el anillo arzobispal cuando el predicador puso en duda la aparición de la Virgen de Guadalupe tal como la referían los españoles, y la trasladó a tiempos remotísimos, quitando de esa manera toda razón que justificara la presencia de los españoles en tierras "ya cristianas".

Según El Mundo Alucinante (la chispeante novela histórica de Reynaldo Arenas Editorial Tusquets) durante el sermón, "los indios oían entusiasmados a Fray Servando, y los criollos se ponían de pie y a cada momento rompían en aplausos. Sólo los gachupines y las diferentes ramas de lacayos reales guardaban silencio y observaban con discreción a su Ilustrísima, que constantemente cambiaba de posición en su asiento como si algo le molestara debajo de sus gruesas nalgas". Al finalizar, el fraile inclinó la rodilla sin tocar el suelo y dijo Amén. Amén repitió el vocerío y el Virrey se acercó a congratular con un gran apretón de manos al predicador.

Todas las damas se aglomeraron alrededor del fraile para felicitarlo por tan eminente sermón; que ninguna había entendido. Condescendiente, el fraile se dejó agasajar por la multitud, y sólo el arzobispo Haro, contrariado, abandonó a grandes trancos el santuario". Irritadísimo, el arzobispo emprendió contra el fraile una eficiente campaña de desprestigio. Los curas comenzaron a hablar de herejías, de ofensas a la palabra de Dios y a la tradición. En cada esquina un fraile tiraba pastorales para informar del Gran Sacrilegio realizado a la Virgen de Guadalupe realizado por un fraile impostor llamado Servando.

"Tan eficiente fue la propaganda contra el fraile, que logró enfurecer a todo el pueblo de México, de por sí dulcísimo, pero que por tener poco razonamiento se dejó llevar por las palabras". Sólo para comenzar a pagar por sus desvaríos, el pobre fraile quedó preso en su celda donde según Reynaldo Arenas; se lamentaba así: -"lo más terrible es que el provincial no me ha dejado ni un libro ¡y qué puedo hacer yo preso sin un libro!".

Después de muchas deliberaciones, el alto clero concluyó que Fray Servando debía arder en la "Santísima Hoguera" para ver si de ese modo se alejaban de su cuerpo los Terribles Demonios que le hacían proferir tales blasfemias. Por su parte, el fraile empeoró bastante su situación asegurando que: "Bien sabía él que al arzobispo Haro poco le interesaba la tradición de la Virgen de Guadalupe, y que, inclusive, dudaba de ella. Pero bien sabía también que le convenía mantener al pueblo en tal engaño para sacarle utilidades y para mantener como siervos a los indios y a los criollos".

A partir de sus declaraciones la vida de Fray Servando se tornó bastante difícil y después de sufrir prisión en San Juan de Ulúa, cumplió sentencia de destierro y prisión en España. Pero el tema que a mí me ocupa no son las vicisitudes de Servando sino el importantísimo hecho de que a través de Juan Diegotzin, la Guadalupana quiso devolver el sentido de dignidad y esperanza a un pueblo vencido y en terrible adversidad: "¿No estoy yo aquí que soy tu madre?, ¿no estás bajo mi sombra? Tú eres mi embajador muy digno de confianza", le dijo al indito lleno de asombro. Hoy, transcurridos varios siglos, lo mismo delincuentes que policías, magnates y miserables, políticos y gente decente, todos los mexicanos nos arropamos bajo su manto. Todos somos sus hijos y Ella no quiere hacer distinciones, pero la pobrecita Virgen ya se cansa de llorar y no amanece. Yo no quiero darle ideas, pero yo si fuera ella empacaba y me largaba a otro lugar donde la gente sea menos atenida. Un abrazo a toda Lupe.

Adelace@prodigy.net.mx

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