Terminó la guerra por los fondos públicos sin más ganadores que las cabezas del sistema político. Por eso es que en los medios no aparecen los contribuyentes como destinatarios ni beneficiarios del presupuesto aprobado ayer. Los protagonistas son el titular del Ejecutivo y las dependencias federales y sus titulares.
Pero también figuran en el reparto (en los dos sentidos: el escénico y el fiscal) los gobernadores y los alcaldes, incluyendo el jefe del GDF y las corporaciones de control clientelar como la CNC. Y no se digan las cabezas de los órganos autónomos del Estado, como los consejeros del IFE y la presidenta del TRIFE. Y las propias cámaras del Congreso con sus edificios nuevos y los emolumentos de sus miembros, sí, los mismos que aprueban los ingresos y los egresos. Y el desproporcionadamente costoso Poder Judicial, como lo acaban de documentar Carlos Elizondo y Ana Laura Magaloni, del CIDE. E incluso una televisora, como si se quisiera evidenciar la pertenencia de las instituciones mediáticas al poder público.
A diferencia de países con más supervisión y exigencia de cuentas a sus legisladores, donde el día en que se publica el presupuesto, los medios identifican a los grupos sociales de donde provienen los ingresos y a quienes se beneficia con los egresos, aquí, nuestros medios se limitan a destacar qué grupo de poder se quedó con más dinero, básicamente proveniente de la renta petrolera, y secundariamente de una estructura de cobro de impuestos a un puñado de causantes. Pero además, el reparto se hace sobre una porción marginal de los egresos públicos, pues la mayor parte ya está comprometida en gastos fijos del gobierno como sueldos, costos de la deuda, etc.
Junto a las deformaciones de la información parlamentaria que describe el reparto fiscal como piñata en la que cada enclave de poder se lleva lo más que puede arrebatar, están las deformaciones de una cobertura periodística aferrada a los hábitos de informar privilegiadamente sobre las fuentes del poder, y en exclusiva para las audiencias del poder. Hábitos heredados de una estructura de medios que por décadas -y se podría decir que por siglos, en estas fechas de Bicentenario y Centenario- mantuvo la vista en el Estado, del que dependía, más que en un mercado crónicamente raquítico y en una sociedad inhibida o, por épocas, reprimida.
Herencia también de esas décadas en que los productos mediáticos no necesitaban mayores controles de calidad informativa, es la falta de rigor que sigue agobiando a las versiones periodísticas. Y es que, con los ojos fijos en el Estado, era irrelevante la competencia con información de mayor calidad para conquistar los mercados de lectores, audiencias y anunciantes.
LOS QUE NO FUERON INVITADOS
Por eso a la pobreza de una información que se queda en el registro de las burocracias como beneficiarias finales del presupuesto, se agrega la confusión, incluso, sobre la medida en que esas burocracias se beneficiaron. Y si para la cabeza principal de La Crónica "Poder Judicial, IFE y Salud (son) los ganones", para la principal de EL UNIVERSAL, en realidad, hay "Menos para auditoría y jueces (y) más a SEDENA". Para Reforma, en cambio, "Ganan estados y municipios".
Y adivine usted el verdadero ganador. Porque hay más variedad de versiones sobre ganancias y pérdidas de los selectos invitados a la piñata fiscal: "SCT, gran ganador del reparto (aunque) lidera el subejercicio de 2010"; "Senado solicita 200 millones más para su sede"; "La presidenta del Tribunal Electoral ganará el próximo año 5 millones 989 mil pesos"; "Comunicaciones gana con la redistribución"; "Avalan salario del presidente de la república por 198 mil 870 pesos"; "Asignan recursos... ¡a TV Azteca!".
Y como en el pasado, lectores y audiencias muestran distancia y rechazo a esta llamada danza de los millones del dinero público: sospechan que de allí no les va a tocar nada, porque ni siquiera se sienten invitados a la piñata.