Para Luly,
Con cariño
Es obvio que toda la familia se alegró cuando nos comunicaste que habías aprobado el examen de admisión para ingresar a la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila; pero a ti, como a tus compañeros que están en la misma situación, quiero hacerles los siguientes comentarios:
En primer término, quiero que estés consciente de que el esfuerzo que hiciste y las largas horas de estudio, son sólo el cumplimiento de una obligación a tu cargo.
Tu madre se ha esforzado toda una vida por darte lo mejor que está a su alcance para que estudies y te prepares. Seguramente muchos de tus compañeros tuvieron la misma suerte, la de contar con padres que se preocuparon por ellos, un buen hogar, alimentos y ayuda para formarse bien.
Pero debes saber que hay otros jóvenes que no contaron con la misma suerte. Que vienen labrándose un porvenir desde muy pequeños. Que desde niños fueron arrojados de sus casas y tuvieron que luchar en la calle para forjarse un porvenir y que ahora como tú, están a las puertas de la Universidad.
Tú estabas obligada a hacer ese esfuerzo y dar ese resultado, lo que si bien no le resta méritos al mismo, sí obliga a ser consciente del entorno dentro del cual éste se da.
En la preparación del examen, te diste ya cuenta del gran esfuerzo que habrá de representar la carrera que has escogido. Serán jornadas interminables de estudio cotidiano, de preparación de clases y trabajos, para adentrase en el conocimiento del cuerpo humano y sus enfermedades.
Con la vida de las personas, que los médicos tienen entre sus manos, no se puede jugar. Deberás prepararte a conciencia para ser una doctora de excelencia.
Lo he dicho otras veces: en esa disciplina no basta con ser un buen médico, hay que ser un médico bueno.
Y por médico bueno, yo entiendo, aquel que está consciente de que frente a sí, tiene a seres humanos, preocupados por su enfermedad o la de sus familiares.
No son simples expedientes, ni números de camas. Son hombres y mujeres que se debaten entre el miedo y la angustia. Que te buscarán porque tienen confianza en ti y tú deberás responder a esa confianza.
Nunca permitas que te deshumanicen. Recuerda siempre tu juramento hipocrático (que espero estar contigo el día que lo hagas). No recetes medicamentos por complacencia con los laboratorios que los producen.
Nunca te prestes a operar a alguien, sólo porque tiene dinero o seguro de gastos para pagar esa operación. Tu ética debe estar por encima de esas bajezas.
Nunca olvides que tienes que honrar el nombre y los apellidos de tu madre. Porque ella y tus abuelos maternos se preciaron siempre de ser personas honradas y trabajadoras. Recuerda lo que decía tu abuelo: "Más vale una conciencia tranquila, que un peso ilegítimo en la bolsa".
Sabes, en toda mi vida he conocido a muy pocos médicos con verdadera vocación por su carrera. Médicos sensibles, honrados y educados. Y sólo a uno he visto llorar, junto a los deudos, ante la muerte de su paciente; y me da gusto poder consignar su nombre: Guillermo Siller.
Pero bueno, volvamos al punto, iniciarás una carrera larga, muy larga; que implicará muchos años de estudio, internados y la especialidad.
Nunca te conformes con alcanzar sólo lo bueno, pugna por lo excelente. Jamás dejes de prepararte, porque en esa disciplina, como en otras, si no lo haces: "cada vez serás menos médico".
Respeta siempre a tus profesores y sé amable con tus compañeros. No te iguales con los primeros, porque ellos te llevan muchos años por delante y por ende tienen mucho que enseñarte.
Jamás menosprecies las opiniones e ideas de tus compañeros, porque detrás de cada una de sus ideas hay sin duda un atisbo de verdad; de su verdad y de todos podemos aprender algo.
Escucha siempre los consejos de quien ha sido como un padre para ti. Él ama esa profesión y le ha dedicado toda su vida. Te enseñó a estudiar y te puede enseñar mil cosas más: y te habrá de heredar todo cuanto sabes y posee.
Pero sobre todo, ama profundamente la carrera que ahora inicias, porque ella te dará muchas satisfacciones si la llevas con dignidad. Recuerda que el secreto para ser feliz, no está en hacer lo que amas, sino en amar lo que haces.
Te escribo estas líneas, porque sabes que eres para mí como una hija, a la que amo profundamente y le deseo el mayor de los éxitos el resto de tu vida.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".