En la colaboración anterior comentábamos que en La Laguna ha cambiado la percepción sobre los problemas ambientales durante la última década, tanto entre algunos tomadores de decisiones del entorno oficial como entre algunos segmentos de la población, quizás por que los primeros han decidido actuar ante el agravamiento de algunos como sucede con el hidroarsenicismo, ya sea por su sensibilización ante ellos, por la difusión que realizan los medios de comunicación, por influencia de los académicos universitarios y ciudadanos de los grupos civiles involucrados en la gestión con una crítica propositiva, o por que se perciba que la misma población empieza a preocuparse así sea de manera secundaria, el asunto es que cada vez más son considerados dentro de la agenda de desarrollo regional y por ello se estén destinando recursos públicos para buscar y aplicar soluciones.
Si bien el problema del agua está presente en esa percepción, años atrás se le puso atención marginal e incluso parecía que los organismos responsables de su gestión decidían complicar el manejo hidráulico regional, como ocurrió en 2003 con la pretensión de construir dos presas en el Río Aguanaval, y de las cuales por fortuna sólo se levantó el actual elefante blanco en el Arroyo del Tigre. En contraparte, este 2010 ha sido un año en que se ha expresado mayor sensibilidad en tales organismos al aplicarse algunas medidas que buscan soluciones en diferentes vértices, tales como los operativos de inspección de pozos que operan sin medición o con alguna irregularidad que ha permitido a sus usuarios extraer mayores volúmenes que los concesionados, o la concreción del Proyecto Irritila orientado a recuperar el bosque en la parte alta de la cuenca del Río Nazas mediante el pago de servicios ambientales a sus dueños, de modo tal que conservemos la principal zona de captación de cuyos escurrimientos y filtraciones depende el suministro hídrico en la parte baja, donde se concentran las principales actividades económicas y vivimos la mayor parte de la población.
Pero 2010 también es el año mediático del arsénico en el agua suministrada a la población, y no es que tal problema se desconociera sino que con los datos publicados del número de pozos que presentan concentraciones de este metaloide por encima de la norma, aflora ante la ciudadanía al aumentar la población en riesgo; ya no es un problema de salud pública focalizado en algunas comunidades periféricas, sino que representa una tendencia que amenaza a amplios sectores de la población, particularmente la concentrada en la zona metropolitana.
Al respecto, lo que debemos reconocer, es que esto es parte del problema estructural de un manejo inadecuado del agua que a nivel de la cuenca significa una gestión deficiente en la medida que históricamente no se realizó con un enfoque ecosistemico, y a nivel particular, ese manejo también implicó concesionar y extraer más agua de la disponible en el acuífero principal.
Por eso las primeras acciones descritas son importantes porque atienden, aún sea sólo parcialmente, el problema principal sobre el agua que enfrentamos en La Laguna, la sobreexplotación de nuestros acuíferos, cuya recuperación es condición necesaria para asegurar el desarrollo futuro de nuestra región; pero también son insuficientes, y si no se tratan con ese enfoque integral corremos el riesgo de formar un rompecabezas incompleto. La lectura sobre la gestión hídrica a nivel global, indica que ésta debe, ineludiblemente, considerar ese enfoque ecosistémico de la cuenca hidrográfica, pero también promover una nueva cultura del agua que forme e informe a la población.
Otro aspecto a considerar tiene que ver con esto último, la Comisión Nacional del Agua asume su función como principal organismo de gestión de este recurso al abrir un abanico de diálogo con los diversos niveles de Gobierno involucrados en el manejo del agua y la regulación del ambiente, con los usuarios, particularmente al involucrar a algunos de los grandes consumidores del segmento empresarial agroganadero, de grupos industriales, los dueños del bosque y, mención aparte, que en esta ocasión contempla a los académicos y ciudadanos de las universidades y grupos civiles locales. Ese ejercicio concentrado en elaborar la Agenda y el Programa de Gestión del Agua de nuestra Cuenca Nazas-Aguanaval, de por sí complejo por la diversidad de actores involucrados como por la imagen que la ciudadanía ha guardado de este organismo oficial, de falta de confianza por no sólo no actuar en aras del interés público sino de ser parte central en la toma de aquellas decisiones históricamente equivocadas sobre la gestión del agua, es importante en la coyuntura actual. Por eso, tal iniciativa debe motivar la participación ciudadana para que se contribuya en la promoción de los cambios necesarios que reorienten el desarrollo de la Comarca Lagunera.