Que no confunda con sus sofismas. No se trata de su libertad de expresión, lo cual esgrimió como disculpa. Cualquiera en México, incluido este señor, está en su derecho de pensar lo que quiera. Retomando a Voltaire, así odiemos lo que dice debemos defender a muerte su derecho a decirlo. Pero él es un servidor público y en ese carácter está obligado a acatar el dictado de nuestras normas. Aquí surge el primer dilema: acaso no se ha enterado de esta obviedad o, pareciera lo más probable, a pesar de estar consciente de esa obligación, lanza la afrenta. El asunto es por ello doblemente grave. Las uniones formales entre personas del mismo sexo le causan "asquito". Eso dijo el gobernador de Jalisco, lo lanzó en un acto público con lo cual ratificó su homofobia.
No contuvo su visceral sensación, que no argumento, la dejó salir frente al micrófono sin el menor empacho. Se podría argumentar que su sensación es de tal manera poderosa que lo gobierna. No es que esté equivocado en su concepción -ni siquiera llegamos a eso- es que las tripas mandan sobre su cerebro. Un personaje así está impedido para gobernar pues la vida de ciertos mexicanos le causa asco y en Jalisco hay homosexuales que deberían tener todo el derecho de unirse en una pareja formal. Pero si su incontinencia verbal en público es muy grave, el asunto podría ser aun peor. Se podría pensar que Emilio González Márquez usa la tribuna pública para promover su fobia.
No está solo. En Jalisco, territorio que él gobierna, hay dos personajes que usan la tribuna pública para mandar mensajes homofóbicos. Recordemos que el señor cardenal Sandoval Íñiguez se lanzó en contra del GDF, de la Asamblea e incluso de la SCJN. No sólo calificó de "perversas" esas uniones, acusó a Ebrard de haber "maiceado" a los ministros. La afirmación es muy seria porque el "maiceado" se traduce jurídicamente en soborno. La ley penaliza a los dos frentes: al sobornado y a quien soborna. Hubiera sido muy sano que los ministros procedieran jurídicamente contra el arzobispo de Guadalajara como lo hizo el Jefe de Gobierno. Relajarse ante el contenido de las palabras invita a la escalada que hoy vivimos. Una más. El vocero del arzobispo lanzó sin la menor pena el calificativo de "fascista" ¿¿?? contra Ebrard. Por lo visto Sandoval Íñiguez olvida que su condición de ministro de una iglesia no lo exime de la obligación de respetar el orden jurídico de nuestro país. Un poco de humildad no le caería mal a quien milita en la misma casa religiosa que el pederasta Marcial Maciel.
Por lo visto es necesario recordarles lo básico. El Artículo primero de la Constitución General contiene una clara condena a la discriminación. No es por tanto un asunto de simpatías o antipatías. Es una cuestión de legalidad. El cardenal califica de perversos a sus semejantes que son ciudadanos con todos los derechos y como líder de una grey está obligado a inculcar el respeto a los derechos básicos de los ciudadanos. González Márquez, gobernador por si se le olvida, es el primer obligado a respetar las normas. A eso se comprometió, por lo cual se podría enderezar una causa jurídica en su contra. Sus creencias, discrepancias con las normas o fobias evidentes tienen que sujetarse a la normatividad. Lo dos lo saben, pero la violentan porque por encima de sus convicciones cívicas están otras. Ahí está el nudo.
Se trata de acciones con una línea conductora como lo ha denunciado el PRD de Jalisco. En la mira se encuentra ahora la Universidad de Guadalajara, un importante bastión del pensamiento progresista del estado y del país, en particular su ex rector Raúl Padilla, personaje de enorme influencia en el estado. Regresemos a las coordenadas institucionales, ¿dónde radica el problema? En los países democráticos el diapasón ideológico debe dar cabida a todas las formas de expresión, incluso los extremos. El avance reciente de las derechas radicales no es novedad, sobre todo en Europa. El último caso es Holanda. Pero todo pacto democrático exige, como boleto de entrada, la ratificación de ciertos principios insoslayables. Uno de ellos es el respeto a los derechos fundamentales del ser humano. Entre ellos está, sobra decirlo, la igualdad, la no discriminación. Detrás de toda democracia sólida subyacen los principios liberales que le dieron y dan vida a esta forma de gobierno.
En México esa cultura liberal se vio reprimida por el sistema autoritario que nos gobernó por décadas. Por cierto, el corporativismo opresivo sigue vivito y coleando. Pero hay una nueva amenaza, una amenaza vestida de azul. Siempre se dijo que dentro del PAN había grupos radicales contrarios a la esencia democrática. Mil veces se negó ese hecho. Se descalificó a los que lo denunciaron. A diez años de gobiernos panistas es evidente que ese partido les da cobijo y les facilita el acceso al poder. La tolerancia hacia ese tipo de personajes y su promoción será su responsabilidad frente a la historia. No que no.