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Amor, amor

Diálogo

YAMIL DARWICH

Dicen que "el amor mueve al mundo"; por el contrario, hay quienes afirman que el mayor motor es el temor.

Lo cierto es que de nuevo llegaremos al 14 de febrero, día de "San Valentín", obispo de Génova, muerto en 307, ícono que en Occidente hemos adoptado para festejar la relación amorosa entre dos personas.

Más allá de amor erótico, dialoguemos del consolidado con el paso de los años.

La base de la relación social por antonomasia fue el matrimonio, -escribo en pasado por consideración a las minorías- entre un hombre y una mujer.

Nada mejor para una jovencita de nuestra sociedad, que soñar en el matrimonio; ceremonia que representa un cambio radical para los novios, que pasan de la condición de solteros a casados con los formales compromisos adquiridos.

Esta ceremonia representó, a través de la historia, la alianza entre grupos humanos fueran reinos, países o familias, que ha sido adoptada como protocolo de compromiso, siendo pilar importante para nuestra organización como sociedad civil.

Los griegos, aún cuando sus mujeres prácticamente no tenían derechos, realizaban un rito ante testigos; básicamente era un contrato oral, que de ser posible debía realizarse en invierno y preferentemente durante la luna nueva.

Hoy día, las novias acostumbran colocar un ramo de flores ante la Virgen, al término de la ceremonia religiosa y pocos saben que nace de una tradición griega, donde la desposada dedicaba sus más íntimas posesiones, -juguetes infantiles o recuerdos- a las deidades que adoraba.

Pasada la ceremonia, la novia debía purificarse con agua y luego dirigirse al banquete, generalmente ofrecido en casa del padre, donde se comía y bebía según posibilidades de la familia anfitriona y se compartía una tarta; desde luego no podía faltar la música.

Al finalizar el banquete, los novios subían a una carreta para dirigirse a la casa de él, mientras los músicos les seguían tocando y cantando música alusiva. ¿Le resulta familiar?

Recordemos que los romanos conquistaron a los griegos por las armas, pero fueron los cultos quienes educaron a los hijos de los conquistadores, terminando por imponerles sus usos y costumbres.

Así, el matrimonio entre romanos, toma muchos de los ritos griegos, aunque justo es mencionar que las uniones pasan del "cum manus" -donde la mujer queda sujeta al deseo de familiares y luego del marido- al "sine manus" -la pareja acepta por mutua conveniencia, dando su anuencia para que se realice la boda-.

Continúa siendo un compromiso hecho por los novios ante testigos, apareciendo por primera vez la figura del sacerdote del templo.

Debemos tomar en cuenta que, aún ahora, curas y ministros solamente son testigos, quienes bendicen el acuerdo en nombre de la Iglesia, por ser ésta la representante de Dios en la Tierra.

Previamente a la ceremonia, acudían a consultar un adivino, -el "Aupex"- quien buscaba los buenos o malos auspicios hurgando entre las entrañas de un animal. ¿Recuerda a quienes asisten a las lecturas del café o la baraja?

La novia acudía al templo, vestida de blanco, con velo naranja y coronada con flores; durante la ceremonia, los contrayentes se entregaban una argolla, símbolo de compromiso, que colocaban en el dedo anular, elegido por creer que a ése llegaba un nervio, conectándolo directamente al corazón, sede del enamoramiento.

También tomaron la tradición del banquete, donde hombres y mujeres compartían la mesa, con la presencia de músicos que amenizaban el ambiente.

Al terminar la fiesta o cuando la pareja decidía retirarse, los familiares e invitados de ese nuevo matrimonio los despedían con la palabra "felicite", equivalente al "felicidades" que en nuestra época solemos decirles y desearles.

Claro, ahora debemos considerar que la familia, -antes formada con el matrimonio de hombre y mujer- puede constituirse a través de otros modelos, caso de la unión libre heterosexual, muy común aun en el medio rural o bodas y uniones "por conveniencia" entre homosexuales, autorizadas por la ley civil.

Lo cierto es que la unión de un hombre y una mujer tiene como finalidad el gozo de una relación de amor romántico, sea dentro o fuera del matrimonio tradicional, actividad biológica que da la enorme motivación para participar en la consumación de la continuidad de la especie humana.

Ese amor romántico es festejado cada 14 de febrero, con flores, regalos varios y renovación de propósitos amorosos; el que, por ignorancia, tendemos a identificarlo sólo entre parejas jóvenes, desconociendo que el mismo, ya asentada la pasión con los años, se transforma en sublime, entre dos personas que han vivido unidas, en las "buenas y las malas", durante la mayor parte de su existencia.

Festejemos ese día, no como nos quieren hacer creer que es lo mejor, -con desembolsos monetarios- sino tomando en cuenta y felicitando a esos "viejos", que los engañan diciéndoles lo están. ¿Acepta?

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