"Acaso la medida del amor es el amar sin medida".
Silvina Ocampo
Miguel Hidalgo, padre de la Patria, era también padre de verdad. Según el blog de la familia Hidalgo Peña, descendiente del cura de Dolores, éste procreó cuando menos cinco hijos con tres mujeres.
La primera fue Manuela Sánchez Pichardo, madre de Agustina y Lino Mariano (una hija de éste, nacida en 1830, Guadalupe Hidalgo Aboites, recibió un homenaje del gobierno de Porfirio Díaz durante las fiestas del centenario en 1910 por ser descendiente directa del cura Hidalgo). Josefa Quintana Castañón, la segunda mujer, le dio a Hidalgo dos hijas, María Josefa y Micaela. La tercera fue Bibiana Lucero, con quien procreó a Joaquín.
José María Morelos y Pavón, también sacerdote, tuvo al igual que Hidalgo, hijos con cuando menos tres mujeres, según lo reconoció en su juicio de inquisición. La primera fue Brígida Almonte, madre de Juan Nepomuceno Almonte, quien con el tiempo habría de ser ministro en el gobierno imperial de Maximiliano. Otra mujer, cuyo nombre Morelos se reservó en el juicio, tuvo una hija suya. La oaxaqueña Francisca Ortiz le procreó también un hijo.
Ni siquiera la corregidora de Querétaro, doña Josefa Ortiz de Domínguez, parece haber sido tan seria como lo sugieren las imágenes de matrona que de ella conocemos. Según José Manuel Villalpando, director del Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones Mexicanas y coordinador nacional de los festejos del bicentenario, autor del libro Amores mexicanos (Planeta, 1998), la corregidora mantuvo desde muy joven una relación amorosa con Miguel Domínguez, un importante funcionario virreinal mayor que ella y casado. Una vez que Miguel enviudó, contrajo nupcias con Josefa, pero su primera hija nació un año antes del matrimonio. Cuando finalmente éste tuvo lugar, Josefa estaba embarazada nuevamente.
Al paso del tiempo don Miguel fue destinado a Querétaro como corregidor (representante real). Ahí la pareja conoció a Ignacio Allende, capitán del ejército virreinal, quien frecuentaba el hogar de los Domínguez como pretendiente de una hija de 15 años. Villalpando sugiere sin embargo, que el verdadero amorío tuvo lugar entre Allende y la corregidora. Años después una hija de Allende reclamó una pensión del gobierno ya independiente señalando que era hija del capitán y de doña Josefa.
Agustín de Iturbide también era enamoradizo. Cuando como comandante del Ejército Trigarante entró a la ciudad de México el 27 de septiembre de 1821, desvió la ruta del desfile para pasar por debajo del balcón de su amante, María Ignacia Rodríguez de Velasco, la Güera Rodríguez, una mujer famosa por su belleza e independencia y quien supuestamente contó entre sus amores al joven Simón Bolívar y al naturalista alemán Alexander von Humboldt.
Durante mucho tiempo los libros de historia nos han presentado a los próceres como seres asexuados y acartonados. Hoy la tendencia empieza a cambiar. A libros como Amores mexicanos de Villalpando podemos añadir novelas como Morelos: morir es nada, de Pedro Ángel Palou y la muy vendida Arrebatos carnales de Francisco Martín Moreno.
Algunos historiadores cuestionan las historias de amor que se atribuyen a la corregidora, pero las de Hidalgo y Morelos están bien documentadas. A nadie debería avergonzar, sin embargo, que los héroes de la independencia no hayan sido ajenos al amor y a la pasión.
El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, señala en una carta sobre mi artículo "Alzas de precios" del 10 de febrero, que la mayor parte de los aumentos de precios de enero "son de una sola vez", como los producidos por los impuestos, o de carácter estacional. Por otra parte, me pide: "Te ruego transmitir a tus lectores la seguridad absoluta de que el Banco de México estará a la altura del mandato constitucional que se le ha encargado como tarea prioritaria: procurar la estabilidad de precios para preservar el poder adquisitivo de la moneda nacional".