Desde cualquier perspectiva que se vea, 2010 será sin duda un año de grandes retos para México. Para muchos ciudadanos la "cuesta de enero" de este naciente 2010 se muestra más empinada y agreste que en años anteriores. Y es que el nuevo año llegó acompañado de una andanada de aumentos a impuestos e insumos: IVA, ISR, combustibles, agua, limpieza. Para los analistas, estos incrementos obligarán a muchos productores y comerciantes a elevar el precio de sus productos, lo cual vendrá a golpear aún más el bolsillo de las familias.
En contraparte, el salario mínimo sólo aumentó este año un 4.85 por ciento, lo cual frente al 5.16 por ciento de inflación que se prevé para este año, representa un retroceso en el poder adquisitivo de los trabajadores. El gran desafío para ellos será sortear la carestía de la vida con un ingreso que cada vez alcanza para menos.
Sin embargo, más desafortunados todavía son los cientos de miles de personas que durante el año pasado perdieron su empleo a consecuencia de la contracción de la economía nacional, quienes, a pesar de los mensajes del discurso oficial de que ya se tocó el fondo de la crisis, no ven aún por dónde salir del atolladero en el que se encuentran. Esta situación plantea un enorme reto para las autoridades de todos los niveles: el de crear las condiciones para la apertura de fuentes de trabajo, no sólo para los desempleados, sino también para los millones de jóvenes que en este año se incorporan a la población económicamente activa, los cuales ven cada vez más cerca a ese terrible fantasma de la pobreza que no ha dejado de acechar a nuestro país en sus 200 años de historia.
Por otra parte, está el asunto pendiente de la seguridad pública. En medio de la guerra sin fin que el Gobierno Federal libra contra el crimen organizado, en las ciudades los homicidios, secuestros, asaltos y robos se han vuelto parte de una cotidianeidad cada vez más asfixiante. El temor de los ciudadanos a perder lo poco que pueden acumular con su trabajo se ha convertido en un sentimiento común. Devolver la tranquilidad a la sociedad es otro de los grandes desafíos de los gobernantes para este 2010, bautizado como el Año del Bicentenario.
Más allá de los fuegos de artificio y los actos cívicos y culturales programados, la mejor forma de celebrar nuestros dos siglos de vida independiente sería con la recuperación de la confianza en nosotros mismos y de la esperanza de que sí se puede tener un mejor país, con oportunidades para todos, con menos incertidumbre.
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