Sigo pensando que la solución a muchos de los problemas que nos aquejan, radica en la falta de valores fundamentales, de esos que aprendemos en el hogar y otros en la escuela, pero es el hogar en donde se fincan con mayor firmeza.
Sostengo lo anterior, porque verdaderamente me indignó el caso de unos jovencitos de familias acomodadas, que simularon un secuestro de una compañera de ellos e hicieron que se activara el "código rojo" en toda la comarca.
Nos la pasamos quejándonos de que las policías no hacen nada contra la delincuencia y todavía aceptamos sin mayores reparos que haya quienes se diviertan con estas cosas.
¿Qué pasa con esos jóvenes que no toman conciencia de la situación en que vivimos y se divierten con asuntos tan delicados como es el de la seguridad pública?
La historia está llena de casos de jueces que condenaron a sus propios hijos, por haber incurrido en delitos.
Desde luego que a ellos se les debe de haber partido el corazón cuando emitieron la sentencia, pero también se deben de haber preguntado: "¿En qué fallé?".
Aún más sorprendente es que los muchachos no hayan recibido la más mínima sanción por sus actos.
Esa es una lección muy mala, pues crecerán creyendo que pueden infringir la ley y no les pasará nada.
Flaco favor les hicieron los padres que intervinieron para que no les pasara nada, pues les dieron una pésima lección de civilidad y respeto por las instituciones.
Espero que con el tiempo no se arrepientan de haberlos solapado, si acaso incurren en delitos mayores.
No podrán culpar a nadie, más que a ellos mismos.
Por obvia curiosidad, revisé los anales de casos similares, sobre todo en España y en todos ellos, se les aplicó a los infractores una sanción penal.
¿Cómo queremos que cambie nuestro mundo y más específicamente, nuestro entorno, si no somos capaces de educar a nuestros hijos?
Claro está que no podemos excluirnos de la culpa, pues los profesores tenemos responsabilidad también en ella.
En las aulas deberían aprender también cómo comportarse y sobre todo al ver el ejemplo de sus maestros. Pero no sucede así y a veces hasta ven lo contrario.
Y lo peor es que muchos de esos jóvenes se están formando o se han formado en colegios confesionales y ni así se logra educarlos adecuadamente.
Claro está que supongo que en esas escuelas les enseñan algo más que pura religión. Porque con el miedo al infierno, no creo que logren mucho.
Lo que hicieron no es una simple broma estudiantil, es en sí un delito que debería castigarse, mínimo, con un arresto administrativo y una multa elevada. Pero que la paguen los muchachos no sus padres.
Soy de los que piensa que unas buenas nalgadas a tiempo, corrigen muchas deficiencias y no constituyen violencia infantil.
Pero, también estoy consciente de que a veces son las madres las que interceden por sus hijos, ante el propio padre y éstos terminan por ceder.
Como experiencia, recuerdo las exigencias de madres de familia de colonias populares, pidiendo a las autoridades municipales que patrullaran su colonia y detuvieran a los delincuentes ocasionales; y luego algunas de ellas acudían para que les liberaran a sus hijos, porque ellos eran inocentes.
Mal hace también la autoridad municipal al ceder ante las peticiones de los padres, porque eso servirá de ejemplo a otros para hacer lo mismo y pedir clemencia.
Estoy seguro que si no fueran hijos de padres pudientes, los hubieran remitido a los tribunales competentes.
Luego por eso se afirma que la ley es una telaraña que pueden romper los poderosos y sólo atrapa a los pobres.
Deberían recordar la máxima que dice: "Dura ley es la ley" y someterse a ella en todos los casos, porque nadie puede ni debe estar por encima de ella.
Estos actos quedarán grabados en el anecdotario citadino, como en su momento lo fue el robo de una manzana -símbolo de un conocido restaurante- y la lanza de Don Quijote.
A estas alturas de este escrito me cuestiono si vale la pena escribir sobre ello, porque seguramente les parecerá ridículo a muchos.
Pero es la forma mínima en que uno puede externar su inconformidad con las cosas que pasan en nuestra ciudad.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano".