Busca justicia. El químico José Francisco García dedica su tiempo a estudiar las leyes. AGENCIA REFORMA
Días después del incendio en la Guardería ABC, cuando dueños y autoridades se sacudían la responsabilidad de la tragedia, el químico José Francisco García comenzó a navegar en Internet y a revisar libros para comprender los laberintos del sistema de justicia mexicano.
El padre de Andrés Alonso, uno de los 49 pequeños fallecidos en el incendio, descubrió que había jueces, que por encima de ellos están los magistrados y al final los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Se lo platicó a su esposa Patricia Duarte y juntos le plantearon al abogado la posibilidad de llevar el caso al máximo tribunal del país.
Los debates que inician hoy en la Corte sobre la guardería ABC comenzaron a gestarse en la Plaza Emiliana de Zubeldía, en Hermosillo, Sonora, donde José Francisco y Paty lo platicaron con otros padres de los niños fallecidos, a pesar de voces que les decían "no es vinculante, ya vieron lo que pasó con Atenco".
"Analizamos las opciones, vimos conveniente y necesario apelar a esa facultad de investigación. El abogado Lorenzo Ramos nos ayudó y armamos un documento con los argumentos referentes a la violación de las garantías. Lo llevamos a la Corte donde nos recibieron los ministros Genaro Góngora y Guillermo Ortiz. Fue un trabajo en conjunto, de todos", relata José Francisco. Eran inicios de julio de 2009.
José Francisco, como muchos otros padres de la guardería, se ha hecho un experto en leyes. Por las tardes dedica al menos dos horas en revisar expedientes junto a los abogados, leer reglamentos, normas, tratados internacionales, mismos que analiza con su esposa Paty. En esta búsqueda de justicia juntos han hecho más de 20 vueltas al DF. Y los que faltan.
DE LA PLAZA A LA CORTE
Una mañana, pocos días después del incendio Manuel Rodríguez, papá de Emmanuel, recibió una llamada de Abraham Fraijo, otro padre doliente de la tragedia. Se presentó, le dijo que no se conocían, pero que era necesario sumarse para hacer algo.
En esos días Manuel no sabía qué hacer, estaba en casa escondiéndose del dolor y lo menos que deseaba era retroalimentarlo con otros padres. La llamada lo animó. Comenzó por ir a la Plaza Emiliana de Zubeldía a escuchar a otros como él.
Luego vinieron las primeras marchas, sin certeza del rumbo que tomarían. Hasta que ya eran un grupo: el Movimiento 5 de Junio. Antes, él solo había pertenecido a grupos deportivos y marchado una vez en su vida, contra el bombardero en Irak.
Manuel dejó su trabajo en Costco por la dificultad de compartir los horarios con el grupo. Ahora tiene una tortillería y el tiempo necesario para exigir justicia. Detrás de la lucha de los padres están reuniones diarias que se alargan hasta la madrugada, cooperación de simpatizantes para vuelos, lonas, sillas o sonido. Aquí están los ahorros de las propias familias y el dinero que antes gastaban en sus hijos.