Inicia el año en la ciudad de Torreón con el optimismo que inyecta en el ánimo de la comunidad el relevo en el Gobierno Municipal, después de una Administración que se significó por un mal desempeño.
La consecuencia es el deterioro general de los servicios públicos y de las instituciones, debido a la conducta torpe, corrupta y vulgar de los funcionarios a cargo, en un grado apenas visto por excepción en el pasado de nuestra ciudad. En lugar de representar lo anterior una cómoda ventaja que invite a la administración actual a dormir en sus laureles, la situación exige un esfuerzo denodado para abatir los rezagos.
La forma en que Eduardo Olmos Castro asumió el poder sin solución de continuidad y en ausencia del alcalde saliente es un mal presagio, porque nuestra ciudad merece un Gobierno incluyente que procure la concordia en la diversidad natural de formas de pensar y preferencias políticas.
Lo anterior no implica que la nueva administración haya debido dar las gracias y exaltar en público a José Ángel Pérez Hernández como el mejor aliado de la causa priista en su propósito de tomar la plaza, pero la celebración de un evento formal con la presencia simultánea de ambos alcaldes, el entrante y el saliente, era obligada por elemental cultura cívica y respeto a los ciudadanos.
A la Administración que preside Eduardo Olmos se le ha ofrecido como era de esperar todo el apoyo del Gobierno de Humberto Moreira, lo que es positivo aunque resulta empañado por el efecto de un contraste muy marcado en la actitud actual del gobernador respecto a nuestra ciudad en relación al pasado reciente, que obliga a preguntar por qué el autollamado Gobierno de la Gente no derivó antes los recursos que corresponden a nuestra ciudad en el monto y la oportunidad a los que tiene derecho, al margen de las diferencias partidistas.
Es cierto que José Ángel Pérez no hizo la tarea que le correspondía, pero aún así, la actitud del Gobierno Estatal revela un resabio de castigo a toda forma de disidencia, que constituye un ataque a la pluralidad incompatible con estos tiempos y con la idiosincrasia de los torreonenses.
De hecho la explosión real o aparente de activismo en la obra pública en los últimos días y que como tal se advierte sobreactuada, debe moderarse con una visión fundada más en la perseverancia que en el espectáculo propagandístico, pues más vale paso que dure y no trote que canse.
Por otra parte, sin perjuicio de la responsabilidad que incumbe al actual Gobierno Municipal de exigir cuentas a los funcionarios de la pasada administración, y la obligación que tienen estos últimos de rendirlas, lo cierto es que debemos seguir adelante mirando al futuro, evitando que el mal recuerdo del pasado reciente sea utilizado como pretexto para justificar un nuevo rendimiento gubernamental insatisfactorio, tan malo o peor que el que padecimos en los últimos cuatro años.
El equipo del alcalde Olmos Castro ofrece un espectro de luces y sombras, por lo que la calidad de su desempeño dependerá en gran medida de que los ciudadanos mantengamos con el nuevo Gobierno una relación de apoyo comprometido y razonado, así como de exigencia crítica responsable.