En los últimos días la prensa local ha destacado entre sus notas que en Torreón ha aumentado el número de pozos donde las concentraciones de arsénico en el agua extraída de ellos presenta valores mayores a los permitidos por la NOM-127-SSA1-1994, que es de 25 microgramos por litro de agua (o 0,025 mg/l), señalándose que de 2007 a la fecha ha sido de 13 a 19 el número de pozos en esta situación, de los 78 que opera el Simas de esta ciudad.
El arsénico es definido como un metaloide que al presentarse en altas concentraciones en el agua que bebemos puede presentar un cuadro clínico entre la población en un período de uno a cinco años de ingesta continua, acumulándose en los tejidos; los daños a la salud se expresan desde irritación del pulmones, estómago e intestinos, cambios en la piel, infertilidad y abortos, e incluso desarrollar cáncer de piel, pulmón, hígado, entre otros. En los datos del Simas Torreón de 2007 se observaron valores del doble de la norma oficial en colonias como La Ampliación La Rosita o triples como Senderos, los cuales muy probablemente se han incrementado como señala la prensa estos días, aunque en esta última se aplicaron medidas para disminuirlos por presión misma de sus habitantes.
Es lamentable que un problema de salud pública como éste que se ha vuelto crónico y que afecta a importantes segmentos de la población torreonense, y quizá no solamente de esta ciudad porque aunque se desconocen públicamente los valores de concentraciones de arsénico en el agua extraída de pozos que abastecen la demanda doméstica de las otras tres ciudades metropolitanas (Gómez Palacio, Lerdo y Matamoros), sin dejar de considerar el resto como Viesca donde también el problema es grave y las comunidades rurales de la Comarca Lagunera, haya tenido escasa atención de los organismos oficiales responsables de la gestión del agua y el ambiente, como los de atención a la salud.
Ciertamente, el problema es sumamente complejo puesto que expresa sólo un vértice del conjunto de la cuestión hídrica regional, el cual demanda soluciones estructurales que sólo son posibles en el largo plazo puesto que éstas están asociadas con el reordenamiento del uso del agua y los ecosistemas a nivel de la Cuenca de los ríos Nazas-Aguanaval, algo nada sencillo en la medida que referimos de un espacio geográfico con una extensión de alrededor de cien mil kilómetros cuadrados donde vive un millón y medio de habitantes con miles de usuarios; por ello, hablar del uso sustentable de este recurso implica un cambio drástico en la cultura del agua entre la población, particularmente entre los grandes usuarios, pero también de una más efectiva aplicación de las regulaciones que limiten el uso a los volúmenes disponibles.
Sin embargo, cuestiones como la presencia de altas concentraciones de arsénico en el agua que consume diariamente la población deben contemplar opciones puntuales, pero también otras que formen parte de una estrategia gradual de soluciones que posibiliten en ese largo plazo el uso sustentable del agua a nivel de la cuenca. Como tal, sin embargo, no debe verse como un aspecto que sólo competa a la CNA, ya que se observa a los gobiernos estatales y municipales como sólo lo observan y no se involucran o poco lo hacen en la búsqueda de soluciones, y desde luego, también debe involucrarnos a nosotros como ciudadanos.
Al respecto, los grupos civiles que concurrimos en torno a Encuentro Ciudadano Lagunero (ECL) estamos de acuerdo en la aplicación de soluciones puntuales como la instalación de filtros en los pozos donde el problema ya es grave y pone en riesgo la salud de la gente que se le suministra esa agua, pero seguimos insistiendo en otro tipo de opciones que pueden contribuir de mejor manera y que formen parte de esa estrategia gradual como es la recuperación del flujo del río en el trayecto que atraviesa la zona metropolitana, propuesta que algunos califican de poco viable por sus costos económicos y los problemas legales que implica asignar derechos de agua superficial para ese fin.
Sin embargo, esta propuesta no sólo es menos onerosa que la potabilizadora artificial que algunas empresas se empeñan de impulsar tratando de convencer a los políticos que toman decisiones sobre los fondos públicos, tiene un mejor impacto en la recuperación de los espacios verdes al restaurar el ecosistema ripario y mejoraría los valores escénicos de la zona urbana; en esta época en que se anuncian grandes obras como el megaparque en la parte torreonense del río, adquirir derechos de agua superficial que permitan disponer de volúmenes permanentes sobre ese tramo del río y las obras de acondicionamiento del cauce, podría constituir una primera etapa de este proyecto, adicionalmente se daría un acondicionamiento de las áreas de la franja federal y otras más para el esparcimiento de la población, las cuales ojalá no signifiquen llenar de concreto esta parte aledaña al río; de otra forma, el megaparque sin caudal ecológico sería una obra incompleta.