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ASEDIO OROZQUISTA EN LA LAGUNA

Desde las alturas. Las tropas federales resguardan Torreón. A la derecha se aprecia el puente del ferrocarril.

Desde las alturas. Las tropas federales resguardan Torreón. A la derecha se aprecia el puente del ferrocarril.

Coordinación de la serie: Yeye Romo Zozaya

Para las poblaciones que componían La Laguna, el ascenso al Poder del triunfante Francisco I. Madero el 6 de noviembre de 1911 pronosticaba el retorno de la paz. La revolución maderista había logrado su propósito principal: desconocer a las autoridades federales y convocar a nuevas elecciones. Pero la ansiada paz no llegó a la Región Lagunera.

A mediados de aquel mismo mes, las organizaciones obreras de Torreón y Gómez Palacio convocaron a una huelga solicitando, entre otras cosas, una jornada de trabajo de 8 horas y un aumento en su jornal. Los periódicos de la época hablan de cerca de 8 mil trabajadores en huelga. Según El Diario los trabajadores de algunas haciendas como las de San Carlos, La Loma, Avilés, La Goma, La Partida y La Paz también secundaron el movimiento.

Uno de los líderes del movimiento fue a México a buscar el apoyo de Madero, pero éste les pidió prudencia y que retornaran a sus trabajos. Al conocerse la noticia los ánimos se exacerbaron pero la mediación de algunos líderes obreros logró que el conflicto se solucionara a fines de ese mes.

La exaltación política nacional contaminó el clima electoral de la ciudad por lo que las elecciones municipales de aquel año resultaron muy agitadas. Los contendientes por la presidencia municipal fueron Eugenio Aguirre Benavides, el ingeniero Andrés L. Farías y Virgilio García, líder del reciente movimiento obrero. Las elecciones en un principio, parecieron dar la victoria a Farías; pero, ante los amagos de violencia lanzados por los partidarios de Aguirre Benavides, el Congreso del Estado le dio el triunfo a este último, quien tomó posesión el primer día de 1912.

Aquel arreglo calmó los ánimos en la ciudad, pero la situación en el campo era alarmante pues grupos de “revoltosos” asolaban los alrededores. El servicio ferroviario se vio afectado “por los desórdenes revolucionarios” y se suspendieron las salidas hacia la capital desde el 12 de febrero. La prensa nacional culpaba de ello a la destrucción hecha por los rebeldes de los puentes entre Jimulco y Torreón. Para remediar la situación, las autoridades enviaron un tren de reparaciones hacia el lugar en que se habían dañado las vías férreas.

En el campo el hambre era mucha, en tres días se presentaron, en dos haciendas, más de 500 personas pidiendo trabajo aún cuando se les pagase solamente con víveres. Dentro de las ciudades, la situación no era mejor. En Torreón, la autoridad municipal se vio obligada a pedir la intervención del gobernador para que se mandara un tren con provisiones pues escaseaban los víveres y los que había, estaban muy caros. Mientras duró la incomunicación, entre las familias necesitadas se distribuyó maíz y se les dio de comer a los más necesitados en los comedores públicos creados para ello. La Colonia Española estuvo alimentando a los niños de diez a 15 años pertenecientes a familias pobres, dándoles leche, pan y otros alimentos. De no haber sido por estas acciones, difícilmente se hubiera podido contener al pueblo hambriento y sin posibilidades de trabajar.

La producción en las fábricas se había paralizado pues el combustible escaseaba provocando el aumento en el número de desempleados, lo que a su vez engrosaba las filas revolucionarias. Por la misma razón se temía la suspensión del servicio de electricidad que conllevaría la paralización del servicio de tranvías. La autoridad ordenó que escoltas federales patrullaran la ciudad ante el temor a que la ciudad quedase a oscuras. En el norte, los Orozquistas se preparaban, para enfrentar al gobierno, mientras que el ejército federal se alistaba a combatirlos. Torreón, se encontraba entre ambas fuerzas.

El corresponsal del periódico El Diario de Hogar narró para sus lectores, la situación que vivió Torreón en dicho periodo:

Los enemigos de la sociedad, que encuentran más cómodo apoderarse de lo ajeno que trabajar, en fin, zapatistas (…) se propusieron dar al traste, en todo el norte, desde Torreón hasta Ciudad Juárez con la tranquilidad pública. Y lo consiguieron, no cabe duda. Y en Torreón ¿qué hicieron? Sencillamente, aislar la ciudad y los poblados de sus inmediaciones del resto del país (…) interceptando el tráfico de trenes y cortando los hilos de comunicación telegráfica preparando así un asalto (…) Destruyeron la vía del ferrocarril Central hacia el sur, en Bermejillo y al norte en Picardías, incendiando los puentes. En el tramo Coahuila Pacífico, que liga a Torreón con Saltillo destrozaron los puentes de Viesca y Hornos y lo mismo hicieron sobre las líneas que conectan a Durango y Monterrey. La primera hazaña la verificaron el diez de febrero último y a partir de esa fecha continuaron su labor destructora a lo largo de las vías herradas, los días 13, 14, 19 y 29 del mismo mes. En esta última fecha quedó interceptado el tráfico férreo entre Torreón y Chihuahua (…) Terminada su labor destructora se dedicaron a la rapiña. Asaltaron los trenes que llegaron antes de que nada se su-piera, a los puntos de intercepción, penetraron a las localidades desguarnecidas, despojando a sus habitantes de cuanto en casa tenían. Las autoridades (…) estaban desprevenidas, les faltaban elementos de defensa y a esto se debe que no hayan podido, desde luego, rechazar a los fascinerosos. Las primeras providencias que se tomaron fueron reparar los desperfectos de las vías férreas, enviando cuadrillas de trabajadores a los sitios respectivos; pero como las partidas de abigeos merodeaban las inmediaciones pudieron impedir la obra reconstructora y en los casos en que los puentes llegaron a ser rehechos, fueron nuevamente quemados. Fue así como consiguieron mantener incomunicado a Torreón, Gómez Palacio y Lerdo durante una cuarentena de días. Como la audacia de los bandidos fue grande, las víctimas de la zona aislada, al no darse cuenta exacta de la clase de gente que los asediaba, supusieron que tenían enfrente un ejército revolucionario numerosísimo. Las autoridades carecían de las fuerzas necesarias para intentar una salida de desafío en busca del enemigo; la impotencia engendró la desesperación y luego el terror...

Según este reportaje la ciudad vivió incomunicada 37 días y en un estado de temor creciente ante la imposibilidad de las autoridades de restablecer la comunicación. Es claro el desconocimiento del autor sobre la geografía lagunera ya que sitúa a Bermejillo al sur y a Picardías al norte de Torreón. Les da el nombre de “zapatistas” a quienes amagaron a Torreón aquellos días, tal vez porque el Plan de Ayala lanzado por Zapata el 25 de noviembre de 1911, nombraba a Pascual Orozco como Jefe de la Revolución y en caso de que éste no aceptara dicho nombramiento quedaría al frente el propio Zapata. Es hasta los primeros días de marzo cuando Orozco se levantó en armas contra el gobierno y el día 25 de ese mismo mes, desde la ciudad de Chihuahua, lanzó el Plan de la Empacadora. Es, por lo tanto, difícil saber a qué grupo revolucionario pertenecían las gavillas que amagaron las ciudades de La Laguna.

La audacia de los rebeldes Orozquistas los llevó a tomar Gómez Palacio durante algunas horas el nueve de marzo. Aunque las fuentes varían un poco en cuanto al día, el telegrama enviado por el general Téllez a la autoridad militar tiene esa fecha. Los generales rebeldes Cheché Campos y Pablo Lavín encabezando a cerca de mil hombres, saquearon algunos establecimientos comerciales antes de enfrentar a los federales que al mando del general Joaquín Téllez recuperaron la ciudad cerca de las tres de la tarde.

La temeridad de los Orozquistas llevó al general José González Salas, Ministro de Guerra a Marina a ofrecer a Madero su renuncia para encabezar la ofensiva federal contra los rebeldes.

silvia.castro.zavala@gmail.com

Fotografías- Hartford. H. Miller.

Fuentes.

Archivo General del Estado de Coahuila, Fondo Siglo XX.

Diario del Hogar. 20 de marzo de 1912 y 22 de marzo de 1912.

El Diario. 9 de marzo de 1912.

Esparza Santibáñez, Xavier I. La Revolución en La Laguna. (Primera parte, 1910-1913). UAC. Primera edición, 1992.

Parra Durán, Lorenzo. La Revolución en Durango. UJED, 2009.

Avitia Hernández, Antonio. Los Alacranes Alzados. Historia de la Revolución en el Estado de Durango. IMAC y CONACULTA. Primera edición, 1998.

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