Acaba de iniciar un nuevo periodo de sesiones en el Congreso de la Unión y las expectativas son muchas en torno a lo que deberían hacer los 628 hombres y mujeres que elegimos con nuestro voto para que nos representaran tanto en la Cámara de Diputados, como en el Senado.
Expectativas que giran en torno a que los legisladores finalmente aprueben una reforma política que prometen desde hace tiempo, que profundizaría la democratización del país y que incluya las recomendaciones que expertos y activistas han realizado desde que se empezó a discutir. Una reforma energética que prepararía a México para lo que ya empezó a suceder este año: dejar de ser un país que se ahoga en su abundancia petrolera para ser uno que necesita importarlo de otros lados. Una reforma educativa que sirva para que realmente se vea reflejado lo que gastamos en educación en la calidad de la enseñanza y que termine con el feudo de Elba Esther Gordillo.
Y lo que ha pasado es que los mensajes que mandan los legisladores desde los recintos legislativos es el de que discutirán una reforma política a modo, que preserve el status quo, que no abra el sistema a una mayor rendición de cuentas y que no incorpore temas que se empujan desde hace años en México, como el de la reelección legislativa, las candidaturas independientes o una reducción al financiamiento de los partidos políticos. Y de tocar los privilegios del SNTE, mejor ni hablemos.
En otras palabras, en varios temas, los legisladores no hacen más que darnos un atole con el dedo (esa expresión tan mexicana que no necesita explicación). Atole con el dedo porque adquieren compromisos en sus campañas para llegar al poder, que luego no cumplen. Atole con el dedo porque una vez que los políticos llegan al Congreso o a la Presidencia, los ciudadanos nos quedamos sin forma alguna de llamarles a la rendición de cuentas.
Precisamente por todo ello, un grupo de activistas de la denominada Asamblea Nacional Ciudadana (ANCA), los mismos que han liderado otras propuestas como el voto nulo, el "Ya Bájenle" al financiamiento de los partidos políticos o el "aventón ciudadano" que incluso pasó por Coahuila, ahora lanza una nueva campaña llamada justamente "Atole con el dedo" con la que desean "regresarle a los legisladores de manera simbólica ese atole que le han dado a la ciudadanía", según dice Antonio Martínez, uno de los creadores de esta iniciativa.
La semana pasada activistas de ANCA en el DF y en Guadalajara realizaron sendos actos en los que fueron a regresarle su atole a los dipuad@s federales y locales.
Más allá del peso simbólico, o no, que esta protesta pueda tener, más allá de si tengan o no un impacto entre los legisladores que vaya más allá del susto que hizo brincar al senador Manlio Fabio Beltrones de regreso a su camioneta al ver a estos activistas que se le acerban, lo cierto es que estas iniciativas tienen el potencial de interesar a más personas, principalmente jóvenes, en los temas políticos, interesarlas al menos a informarse, pieza clave de una democracia.
El activismo político en México es variado. Hay desde el profesionalizado, en torno a un conjunto de organizaciones que lo mismo hacen investigación aplicada para darle seguimiento a la labor de los legisladores, especialmente al presupuesto, que organizaciones con expertos en temas de derechos humanos que dan seguimiento a la situación en el país. En ambos casos, esas organizaciones buscan incidir en políticas públicas. Es cierto, también está el activismo de vieja guardia, el formado en las calles, el desarticulado o el articulado, el que es controlado por líderes de movimientos o de sindicatos, el que cierra calles, marcha multitudinariamente o se planta fuera del Zócalo.
Y sin embargo, grupos como el de la ANCA, y no es el único, están haciendo una nueva forma de activismo, combinando aspectos del activismo "profesionalizado" con el tradicional. Algunos de sus integrantes tienen experiencia previa en partidos políticos; otros haciendo campañas políticas; unos más en esas organizaciones de investigación aplicada; otros más no tienen experiencia previa en nada político; pero la forma en la que están empezando a articularse - es cierto, aún no tienen una presencia nacional- no es demagogia, sino una semilla de construcción de ciudadanía. Hay espacio para todos los activismos en México, a final de cuentas. Afortunadamente ya no vivimos en la era del PRI que en efecto tanta demagogia le dejó a este país. Yo prefiero un país en el que haya más activismos, de todos los tipos a uno de una ciudanía pasiva, victimizada, condenada al destino que le tocó vivir o encerrada en su torre de marfil en la vida contemplativa.
¿Se salvará el Congreso de Coahuila de que un grupo de ciudadan@s vaya a regresarle a los legisladores un atolito?
Profesor del ITAM
Twitter: @genarolozano