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BANDERAZO DE SALIDA

La severidad de la crisis económica en 2009 impidió que las empresas tuvieran margen de maniobra para elevar sus precios, aún después de la depreciación significativa que registró nuestra moneda.

El desplome de las ventas las dejó con inventarios no deseados y elevó su capacidad productiva ociosa. En ese contexto no fue posible trasladar a precios los efectos del ajuste cambiario sobre sus costos. Ello y la congelación de algunos precios de bienes y servicios que proporciona el sector público explican porqué la inflación al cierre del 2009 se ubicó por debajo del 4 por ciento, lo que nuestras autoridades presentaron como un logro importante, aún cuando en realidad no lo fue. De hecho, la Secretaría de Hacienda, todavía con Agustín Carstens como cabeza de la dependencia, aprovechó ese resultado para anunciar en diciembre su estimación de inflación para 2010, que ubicó en 3.3 por ciento.

Sin embargo, en esas mismas fechas el Banco de México (Banxico), cuyo gobernador era Guillermo Ortiz, estimó que el efecto de las adecuaciones de precios y tarifas así como el alza de impuestos que instrumentaría el Gobierno Federal llevarían el crecimiento de los precios a alrededor del 5 por ciento al cierre de este año.

Es interesante observar que Agustín Carstens, como secretario de Hacienda, avaló la estimación de inflación de esa dependencia en diciembre, pero ahora como gobernador de Banxico respalda la estimación más reciente del banco central, que es idéntica a la que publicó en diciembre pasado.

Es obvio que las dos estimaciones no pueden ser atinadas, por lo que la única razón que encuentro para la diferencia tan marcada entre ambas, es que la de Hacienda sirve para el juego político que le conviene al presidente Felipe Calderón, mientras que la de Banxico refleja, hasta ahora, una institución con mayor independencia respecto al Ejecutivo.

Pero más allá de que el respaldo de nuestros funcionarios a las estimaciones de inflación cambian según la cachucha que traen puesta, están lo pasajero del resultado del año pasado y la incapacidad de nuestras autoridades para alcanzar la meta del 3 por ciento que se estableció desde 2003.

La mejoría en el ritmo de inflación que se dio en nuestro país en 2009 palidece al compararse con lo ocurrido en economías como Brasil y Chile, que sin registrar un descalabro productivo tan enorme como el ocurrido aquí, mostraron caídas mucho más importantes en el crecimiento de sus precios.

La disminución de la inflación en México fue, por tanto, modesta en relación con la contracción de la economía y, además, este año veremos que no fue un logro permanente sino tan sólo pasajero.

En efecto, el entorno económico ha cambiado. La actividad de los negocios mejoró en el segundo semestre de 2009, y ahora las empresas parecen haber encontrado la excusa perfecta para aplicar la pospuesta revisión de precios. Me refiero a la decisión del Gobierno de elevar los impuestos, así como los precios y tarifas de los servicios públicos. Estos incrementos dieron el banderazo de salida para que las empresas aumentaran finalmente sus precios, no sólo para trasladar el efecto de la depreciación del peso, sino también para mejorar sus márgenes en lo que se antoja un año de recuperación económica.

Esto se reflejó ya en el dato de inflación del mes de enero que se ubicó en 1.09 por ciento, como resultado de los aumentos y revisiones que mencioné antes, así como en el dato referente a la primera quincena de febrero que, si bien menor a la expectativa general, llevó la inflación anual al 4.76 por ciento.

No está claro, por ahora, si las alzas de precios que las empresas han hecho a la fecha son meramente el traslado de los mayores impuestos y la aplicación por una sola vez de revisiones pendientes, o si representan más bien una modificación en las expectativas inflacionarias de la población.

Si fuera esto último estaríamos entonces ante el inicio de un proceso de alzas sostenidas de precios que llevarían el ritmo de inflación por encima del 5 por ciento este año y lo mantendrían ahí en 2011.

Mientras se define lo anterior, Banxico dejó sin cambio su tasa de referencia en la junta del 19 de febrero, con la esperanza de que las alzas recientes de precios sean un fenómeno pasajero.

Por lo demás, sean revisiones de una sola vez o cambio en expectativas, lo cierto es que la estimación de la Secretaría de Hacienda de un 3.3 por ciento de inflación para diciembre de este año es otra más de las fantasías irrealizables de la presente administración.

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