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Bellas Artes, como en su primera noche

Maravilloso. Aspecto de la ceremonia de reinauguración de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, que estuvo encabezada por el presidente Felipe Calderón la noche de ayer.  EL UNIVERSAL

Maravilloso. Aspecto de la ceremonia de reinauguración de la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, que estuvo encabezada por el presidente Felipe Calderón la noche de ayer. EL UNIVERSAL

DULCE RAMOS

Bellas Artes levantó ayer su telón de cristal como si fuese la primera vez.

Tras dos años de remodelación, la sala principal del coloso de mármol, adaptada para los nuevos tiempos, volvió a impregnar sus paredes de luz y música en uno de los principales actos de las celebraciones por el Centenario de la República.

Ayer, como el 29 de septiembre de 1934, la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro del Instituto Nacional de Bellas Artes interpretaron el Himno Nacional Mexicano para iniciar la gala. Al centro, el presidente Felipe Calderón, su esposa, Margarita Zavala y la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes, Teresa Vicencio. Además, la directora del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Consuelo Sáizar, y el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio.

"Una de las fortalezas de México es la cultura y la expresión de esa cultura", dijo el presidente Felipe Calderón, que calificó al recinto como el "corazón del movimiento cultural y artístico mexicano durante casi un siglo". Remozar la obra del arquitecto italiano Adamo Boari costó cerca de 700 millones de pesos.

Frente a gobernadores, diplomáticos secretarios de Estado, legisladores y artistas, el Mandatario reconoció la necesidad de que el país cuente con más y mejores expresiones de las artes.

"La reinauguración del Palacio significa un reconocimiento a lo que somos y un momento emblemático de la celebración del Centenario de la Revolución mexicana. México necesita de más artistas, de más creadores que muestren al mundo la complejidad del espíritu y la reflexión de lo que somos y podemos ser", dijo, para después ocupar el palco presidencial.

A las afueras del Palacio, cientos de personas tuvieron que conformarse con observar toda la gala en las pantallas gigantes instaladas en la explanada del recinto. Siempre contenidos por las vallas instaladas por el Estado Mayor Presidencial.

 RAFAEL GALICIA, UNA HISTORIA ÍNTIMA

Para la inmensa mayoría del país, el nombre de Rafael Galicia no dice nada, pero para el Palacio de Bellas Artes, él es uno de los empleados más longevos. Uno de los que han visto correr la historia en su escenario y pasillos.

Electricista jubilado, Galicia protagonizó un emotivo video en el que relató anécdotas de su trabajo. Mostró su credencial de trabajador, fotografías de cantantes de ópera de los años 40 y relató cómo llegaba el maestro Carlos Chávez al recinto para sus ensayos.

"El Palacio ha sido una guía para mí. Ha sido como una familia. Ha sido como un padre", dijo el anciano que, para sorpresa de los presentes, con trabajos se levantó de su butaca al terminar el video ante trabajadores de Bellas Artes que le aplaudieron de pie. Posteriormente el presidente y todos los presentes se sumaron al emotivo aplauso.

 MÉXICO Y LOS GRANDES DE LA ÓPERA

Pero no todo fue discursos. En cuanto el primer mandatario ocupó el palco presidencial, comenzó el plato fuerte de la noche. La Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Carlos Miguel Prieto, inició el concierto con la Sinfonía Número 2, India, del mexicano Carlos Sánchez. Con obras de este mismo autor se abrió la gala inaugural de 1934.

Le siguió, magistralmente interpretada, el estreno mundial de la pieza Duelo de Siglos del músico Federico Ibarra, que al término, pisó el escenario para agradecer la ejecución de la obra y recibió el aplauso del público.

Sin embargo, los aplausos palidecieron cuando Prieto anunció la tercera y última obra de la primera parte, el emblemático Huapango del célebre autor jalisciense José Pablo Moncayo.

Hasta el cierre de esta edición, el concierto estaba programado para seguir con arias de ópera ejecutadas por la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes, bajo la batuta de Niksa Bareza como Director Huésped. El programa, una muestra de piezas de gran belleza y mundialmente conocidas.

La apertura de la segunda parte, según el programa, fue la obertura de Die Meistersinger von Nüremberg, de Richard Wagner; le siguió el Coro de los Prisioneros de Fidelio, de autoría de Ludwig van Beethoven.

Se interpretaron también dos arias de un par de obras de Giuseppe Verdi, Che fascete? Dite su!, de Macbeth y el conocido Coro de los Esclavos de Nabucco.

La noche cerró con obras de Pietro Mascagni, Georges Bizet y una pieza más de Verdi: la marcha triunfal de Aída.

A las afueras, también estaba programada una fiesta para los ciudadanos de a pie. Las diversas escuelas del Instituto Nacional de Bellas Artes ejecutaron danzas y música para el disfrute de quienes, en un principio, tuvieron que conformarse con ver todo en la calle, separados por las vallas que cercaron el coloso de mármol.

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