Como quedamos, vamos a platicar de la economía mexicana durante los doscientos años que tenemos como nación independiente. De hecho, ya empezamos ayer en el blog Economía 2.0, en donde podemos utilizar gráficas. Ahí podrá usted ver una comparación del ingreso por habitante en México y en unos pocos países más, que espero ayuden a enmarcar algo de lo que aquí platicaremos.
Como parte del imperio Español, la Nueva España tuvo una economía prácticamente medieval hasta mediados del siglo XVIII. Por ahí de 1760, los nuevos gobernantes de España, de la familia Borbón, intentaron replicar las políticas que Luis XIV había utilizado en Francia con bastante éxito. A lo mejor usted no lo recuerda, pero Luis XIV transforma a Francia mediante políticas que centralizan el poder en la persona del rey (por eso la frase "el Estado soy yo"), y que hacen más eficiente el trabajo de recaudación y administración pública.
Eso mismo se intenta en España, y en la España americana, poco después de que los Borbones logran sustituir a los Habsburgo mediante la Guerra de Sucesión (1700-1713). En el caso de América, los primeros intentos son precisamente en Nueva España poco después de 1760. Sin embargo, después de dos siglos y medio de administración Habsburgo, eso de cambiar las reglas no resultó nada sencillo. Los grupos que se habían beneficiado de la política previa (comerciantes, burócratas e Iglesia) no estaban dispuestos a perder sus privilegios. En parte por ello España expulsa a los Jesuitas en 1767, e intenta una primera desamortización de los bienes clericales en la península.
Las dificultades del cambio, sumadas a la incapacidad de Carlos IV, tenían a España en una situación muy débil a inicios del siglo XIX. Para su mala suerte, es precisamente cuando Napoleón convierte a Francia en la gran potencia europea. En 1808, Napoleón invade España, obliga a Carlos IV y a su hijo Fernando VII a abdicar, y con ello abre un periodo de gran agitación en toda América.
Los grupos privilegiados que tanto habían sufrido con las reformas borbónicas aprovechan el momento para conspirar. En 1812, en el último pedazo de España que Napoleón no había logrado ocupar, Cádiz, se establece el primer parlamento español, que todavía incluye a los territorios americanos. Se conoce ese parlamento como las Cortes de Cádiz, que promulgaron la primera Constitución de España (y nuestra, puesto que todavía éramos parte del Imperio). Esta Constitución es muy interesante, aunque prácticamente no se haya aplicado, y además provocó en México la creación de los municipios como los conocemos. Sin embargo, poco después de su promulgación, Napoleón abandona España, regresa Fernando VII al poder y, bruto como era, reniega de su juramento constitucional y regresa a la monarquía absoluta. No fue su único error, ya antes se había doblegado frente a Napoleón y después heredará una guerra civil a su muerte. El peor rey de España, sin duda.
Pero Nueva España logró separarse del Imperio en este desorden. Es importante recordar que los dos países que más tardan en separarse de España son las sedes de los dos virreinatos de Habsburgo: México y Perú. Y es que doscientos cincuenta años no se borran con facilidad.
Era importante recordar todo esto porque quienes van a promover las independencias en América son precisamente esos grupos privilegiados que he mencionado. En consecuencia, todos los países americanos van a tener, propiamente hablando, independencias conservadoras, no liberales, como acostumbran decirnos en primaria. Si bien hay liberales que participan en los intentos independentistas, los que culminan las guerras, y sobre todo los que gobiernan, son los conservadores.
En México los primeros problemas de la nueva Nación no tienen tanto que ver con liberales y conservadores como con centralistas y federalistas. El concepto federal, aunque tiene algunos antecedentes europeos (y específicamente en las Cortes de Cádiz mediante la idea del municipio), tenía entonces el mejor ejemplo en Estados Unidos.
La idea básica del federalismo era evitar la preeminencia de una región sobre las demás, y eso en México resultó muy importante porque los grupos de poder no todos estaban en la ciudad de México. De hecho, en México tenemos el único caso de un arzobispado virreinal que no se convierte en nación independiente: Guadalajara.
Tengo la impresión que lo que impide la construcción de un Estado estable es la existencia de tres centros de poder muy relevantes. Uno era sin duda la Ciudad de México, el otro es el Arzobispado de Guadalajara y su zona de influencia (Michoacán, Guanajuato, etc.), el tercero es Veracruz, que tiene su propio grupo de comerciantes bastante fuerte, y que va a tener al caudillo por antonomasia: Antonio López de Santa Anna.
Permítame entonces plantear el panorama del México que se independiza: Era un virreinato con doscientos cincuenta años de dominio Habsburgo y una economía prácticamente medieval, que a partir de 1760 empieza a resentir una gran presión "reformista" desde España. En contra de esas reformas se conforman grupos que, aprovechando el desorden vigente en España a partir de 1808, conspiran incesantemente hasta que logran romper los lazos con el rey. Estos grupos, sin embargo, al perder el enemigo común, no pueden establecer un acuerdo que reparta el poder entre ellos, y sin ese acuerdo mínimo, nada más puede funcionar. Y nada funciona por los siguientes cincuenta años. Los detalles los empezaremos a ver el jueves.