Esta semana recibí en mi correo dos cartas dolorosas dirigidas a Felipe Calderón. Las palabras distintas, pero el cuestionamiento el mismo: la necesidad de que el Estado se haga presente, que se conduela de cada uno de sus ciudadanos, se haga cargo de una "justicia restauradora" que alivie en algo las penas. Una de ellas fue escrita por una ciudadana de Torreón; la otra, por el Arzobispo de Tijuana, monseñor Rafael Romo Muñoz. Una describe su propia situación; la otra, la muerte de un migrante. A continuación pongo sus textos entretejidos, el desgarramiento es el mismo.
-Alzo la voz y grito a los cuatro vientos para hacer de su conocimiento que estoy pasando los peores días de mi vida. No doy crédito a lo que mis ojos ven, a lo que mis oídos escuchan, a lo que mi boca pronuncia; no doy crédito a lo que mis manos han dejado de hacer; al odio, resentimiento e impotencia que ha acumulado mi corazón.
-Señor Presidente le escribo con profundo dolor la presente carta pensando: ¿cuántas muertes más para hacer algo?, hoy nos lastima profundamente el fallecimiento de nuestro hermano Anastasio Hernández Rojas, asesinado a golpes el fin de semana en la Garita de San Ysidro, California, presuntamente por resistirse a ser repatriado.
Me vienen tantas interrogantes, si es verdad que se resistió ¿Por qué lo hizo? ¿Qué dejaba en los Estados Unidos que lo hizo defenderse de la repatriación? ¿Tal vez su familia? ¿Sus 5 hijos de nacionalidad americana o mexicana?, ¿Tendría miedo de regresar a México después de 21 años de vida en los Estados Unidos? ¿Quizá le horrorizaba reencontrarse con la pobreza que lo expulsó hace tanto tiempo de México? ¿Por qué los agentes lo golpearon de esta manera tan brutal hasta generarle daños que le costaron la vida?, en fin, son tantas preguntas que pienso mientras escribo esta carta.
-Quiero invitarlo a usted y a su familia a pasar unos días en Torreón; a hospedarse en el Hotel Holiday Inn de Independencia, para que durante la madrugada, escuche por más de cuarenta minutos, cómo policías y sicarios luchan por sus vidas; entre disparos, bazucazos y granadas.
A sus hijos los invito a participar en el último simulacro en el que mis hijos participaron en el colegio; se me hace un nudo en la garganta y no puedo evitar que las lágrimas se rueden por mis mejillas al recordar cómo mis hijos me contaban de lo que había tratado el simulacro... De cómo su maestro cerraba con llave la puerta del salón y tapaba con papel la ventana de la misma; de cómo "pecho tierra" tenían que llegar hasta el clóset del salón y esconderse rápidamente sin hacer ruido, de cómo debían sentarse todos amontonados y tapar con sus manos sus ojos; "mamá", dijo mi hija de 6 años "estaba prohibido empujarse, también hacer ruido y destaparse los ojos, dos de mis compañeras se pusieron muy nerviosas y lloraban mucho, mi maestro las tuvo que abrazar y meterlas debajo del escritorio".
-Y es que hoy fue Anastasio, pero estos acontecimientos no pueden dejarnos inertes, como si no pasara nada, porque como este hecho hay muchos otros más, hombres y mujeres de todas las edades, menores incluso que mueren en el desierto, mueren de miedo en los Estados Unidos, están privados de un derecho laboral remunerado dignamente a pesar de su esfuerzo y trabajo, son olvidados por un México y su Gobierno que sólo los ve como máquinas que generan remesas y que muchos funcionarios celebran porque sostienen la economía básica de los hogares y la economía circular no sólo de los pueblos de donde ellos/as son, sino de toda esta nación.
-Lo invito a mi casa para que vea cómo mi hijo de 7 años, corre todas las madrugadas a dormir a mi cama desde hace tres semanas; cómo llora recordando la plática de sus amigos hablando de pura delincuencia y balaceras, de cómo me dice: "mamá, ¿lo que se oye son balazos?"...se me hace injusto que mi hijo no tenga un sueño placentero; que viva con miedo y no hable de juegos...
-Acaso este lamentable hecho, como la muerte de tantos/as más ¿no nos hará solicitar una justicia restauradora por la brutalidad con que fue asesinado?, lo trataron como a un ser al que se le descargó todo un odio acumulado no sólo hacía él, sino a nuestra raza, a nuestra nacionalidad; se le descargó todo el peso de una cerrazón por un derecho a migrar, de un derecho que si bien no estaba reflejado en un papel sí lo tenía moralmente después de haber entregado 21 años de su vida a la superación de un país que hoy lo asesina y bajo la mirada de otro (México), que también lo estaría matando a él y miles más si se hace caso omiso a esta ofensa.
Anastasio es un hermano, un mexicano, un migrante, padre de familia, hijo, hermano, esposo, que representa a la mayoría de los que como él dejan la patria que no les ofrece un trabajo bien remunerado, un campo olvidado, un país inseguro, etc.
- Creo fielmente en lo que usted dijo durante la ceremonia de máximos honores militares a los 12 caudillos insurgentes y aplaudo sus palabras, por tales motivos las anexo a mi escrito:
México es un país soberano, libre y capaz de elegir su propio destino, así como una nación democrática en la que existen toda clase de opiniones.
Se cuenta, con un sistema político de peso y contrapeso que equilibra el ejercicio del poder y que es el antídoto más eficaz de las decisiones arbitrarias.
Nos ha tocado vivir en esta Patria independiente y tenemos el privilegio de vivir por ella, de luchar por ella, de engrandecerla, de protegerla, de construirla día con día, cada quien en su trabajo, en su escuela y en su servicio".
-Señor Presidente, ojalá que estos acontecimientos que nos duelen y que nos indignan, nos lleven a hacer cambios estructurales en el México que nos toca construir, ahí donde los hermanos/as mexicanos/as, tienen derecho a vivir en esta patria que nos fue dada y que nos es arrebatada por economías depredadoras que lo único que les interesa son los brazos, el desarrollo para unos cuantos y que ubican a los migrantes sólo como mercancía de intercambio.
Le hago esta seria y personal reflexión consciente de su amor por nuestro país y su gente, de su compromiso total que ha quedado demostrado en otros tantos temas como el de la inseguridad y el combate al narcotráfico y que usted ha enfrentado de forma valerosa, para sumar nuestros esfuerzos en aras de que eventos como este terrible episodio no sigan ocurriendo.
-No permita que crea que sus palabras son parte sólo de un discurso, y que mi carta sea una petición más sin cumplir...
Queda pues hasta aquí la expresión de dos voces solamente, que son quizá también la de muchos otros llantos, otros gritos de dolor en el silencio, otras esperanzas puestas en un mañana que a veces se confunde ya en los sueños...
Lorellanatrinidad@yahoo.com.mx