Buena vibra. Miles de personas asisten a los clubes de optimismo a los talleres impartidos por psicólogos, psiquiatras y conferencistas.
Algo debe tener este lugar que cada semana atrae a 31 mil 240 personas desde los lugares más lejanos de la capital mexicana. El emblema de un sol amarillo canario los identifica como grupo. Un líder les habla sobre cuál es el camino que deberán tomar y todos siguen instrucciones sin cuestionarlas. Durante dos horas parecen una gran familia porque sus secretos los exponen sin rubor alguno. El pasado que todos comparten pareciera gris y por eso es que, en un grado de desesperación, acuden a este club.
No es una asociación o secta religiosa ni un movimiento político o ideológico. Es un club donde los asistentes aseguran tener una especie de llave maestra para abrir un tesoro. Hay personas que acuden al club desde hace 19 años que éste se creó, otros tienen sólo un mes o dos, pero aseguran que aquí encuentran solución a sus problemas.
Algunos de los asistentes, antes de acudir al club, habían tenido intentos de suicidio; otros habían roto relaciones de amistad y familiares por neurosis, alcoholismo o drogadicción; otros aseguran que habían perdido el sentido de sus vidas y otros tantos simplemente se habían paralizado asustados y conmovidos ante una desgracia. Pero aquí, tras la sesión semanal, aseguran salir con las ganas de cambiar de rumbo. Claro, lo que atrae a todas estas personas al club es la búsqueda de ese estado emocional que llaman la felicidad.
LA CLAVE DEL ÉXITO
En los 12 clubes de optimismo que hay en el Distrito Federal, Estado de México, Morelos, Puebla, Michoacán, Querétaro y Jalisco, los hombres, mujeres y niños reciben terapia grupal y escuchan a expositores que les hablan de cómo conseguir el éxito en sus vidas, cómo fortalecer su autoestima, cómo perdonar y evitar los rencores y odios, cómo reponerse ante una pérdida o el final de un ciclo en sus vidas y, en general, les enseñan cómo afrontar los problemas.
La clave para las miles de personas que han optado por estos clubes es simplemente ser optimistas, sonreír lo más posible, pensar que cada problema es una oportunidad para crecer y estar convencidas de que cada persona es valiosa por sí misma y para los demás.
En la sede principal del club de optimismo, en la colonia San Miguel Chapultepec, asisten cada sábado un centenar de personas. Si está dentro de sus posibilidades, pagan 20 pesos. Quienes no tienen recursos son entrevistados antes por una trabajadora social para conocer su situación y quedar exentos.
LA ABRAZOTERAPIA
En cada sesión hay un tema, como el de ¿Qué tan desordenada está mi vida? Se refiere a los episodios de la vida que ocurren de manera inesperada, como la muerte de un familiar o amigo, y que hacen que a veces se pierda el control. El consejo de la asociación civil Ayuda y Optimismo -encargada de coordinar los clubes- sugiere a las personas que reconozcan el poder que tienen para controlar sus vidas aun en esos momentos de tristeza y les recomienda no dejarse llevar de manera exagerada por trastornos como la obsesión o la compulsividad. En sus folletos dice: "En lugar de decir: estoy pasando por esta situación, mejor di: es hora de salir de esta confusión".
Para iniciar la sesión del día, todos los asistentes realizan la abrazoterapia.
Todos los asistentes se abrazan entre sí, se conozcan o no. Y sonríen. Don Rafael García Clara, quien tiene año y medio en el club, asegura que de esa manera se siente comprendido, apoyado y seguro por otras personas.
Después de los abrazos, cinco voluntarios pasan al centro del salón para relatar sus experiencias. De hecho hay adultos que llegan acompañados por sus hijos y ellos sesionan en un salón distinto donde dibujan y hablan de sus propios miedos. Una especialista aborda los temas con cuentos y canciones.
Don Rafael tiene 64 años de edad. "Yo vine a este lugar después de que falleció mi esposa porque cuando uno pierde a un ser querido también pierde el control. Aunque aparentemente sea uno maduro, no pensamos las cosas bien y yo caí en una depresión terrible y entonces me dejé arrastrar por la tristeza. Lo que he aprendido aquí es que pase lo que pase, uno nunca está solo y siempre hay una solución para sentirse mejor y para afrontar el dolor", dice este hombre, quien fue traído a este club por recomendaciones de su hermano.
UN MOMENTO DE RESPIRO
Graciela Juárez, de 58 años, pertenece a los clubes desde hace 8 años. Se ha quedado todo este tiempo porque dice que es un momento de respiro a su vida. "He aprendido a quererme a mí misma, a no angustiarme tanto y a tratar de disfrutar las cosas que me da la vida por muy pequeñas que sean". Al salir de su sesión, Graciela regresa a su casa para cuidar a su esposo, quien tras tener un derrame cerebral quedó inmóvil en cama.
"El ver a mi esposo como bebé me angustió mucho no sólo a mí, a toda la familia; mi hija cayó en depresión e intentó suicidarse tres veces. Ahora sé que tengo que agradecer lo que tengo, aprovechamos los momentos juntos y valoramos el presente", dice Graciela, quien además expresa la envidiable frase: "Soy feliz".
María Esther Aguirre es la fundadora de esta asociación. Dice que tomó la determinación de hacerlo desde su niñez porque "siempre me decía a mí misma que quería hacer algo importante por los demás, sobre todo por la gente que sufre porque nunca entendí por qué sufrían si se puede ser feliz con sólo quererlo" y fue hasta la edad adulta que se reunió con amistades para fundar la asociación.
UN SITIO PARA ENCONTRAR LA PAZ
Asegura que no tiene fines políticos, religiosos ni lucrativos, aunque se han acercado a ellos diversas empresas "que al final lo que quieren es comercializar un producto" o grupos políticos y religiosos "que nos ofrecen lugares para crear un club, pero que nos piden algo a cambio". Es por eso, comenta, "que no nos hemos expandido como quisiéramos porque queremos tener cuidado con esta asociación que creamos con el único fin de apoyar a las personas que lo necesitan".
Explica que los talleres son impartidos por psicólogos, psiquiatras y conferencistas profesionales y expertos en desarrollo humano y superación profesional.
"Hemos notado que obviamente en época de crisis o ahora con tanta violencia se acercan mucho a nosotros para encontrar un lugar de paz y aquí la pueden encontrar", dice María Esther Aguirre.
Esos contextos de crisis y violencia son los que llevan a cada vez más personas a buscar ayuda, asegura Teresa Duarte, psicóloga de la UNAM. "Cuando la terapia psicológica ya no les resulta, la gente llega a estos grupos porque así se dan cuenta de que hay mucha gente con problemáticas similares que, pese a todo, logra salir adelante".
Dice que aunque el concepto de felicidad es diverso según cada persona, "es más fácil entenderlo cuando quienes dicen vivirla se sienten liberados de miedos, presiones y tristezas. Digamos que es una forma distinta de ver la vida, de afrontar los problemas con sabiduría".