Durango

CADA TIANGUIS SUS RATEROS...

LUIS E. LOZANO

Cada colonia o fraccionamiento tiene, al menos, una banda de "rateros". Los asentamientos más grandes tienen dos o tres que, a base de golpes, riñas y asesinatos, también luchan por el territorio, como sus hermanos mayores del crimen organizado.

Es la delincuencia semi-organizada, que basa su proyecto de vida en lo obtenido a diario - como millones de mexicanos-, aunque ellos de manera ilegal. A diferencia de los grandes capos, que tienen una estructura jerárquica en la que los jefes ganan más que los demás, los "delincuentes en pequeño" van a partes iguales.

Trabajan en grupos de tres o cuatro y no se preocupan por el castigo: saben que pronto saldrán de dondequiera que los encierren. Al menos así lo demuestran los datos ofrecidos por algunas corporaciones policiacas; apenas el lunes, por ejemplo, la Policía Municipal apresó a Francisco Felipe Salazar, un joven de 22 años que de acuerdo con datos periodísticos habría caído en manos de la autoridad hasta siete veces por la misma razón.

El empuje de la delincuencia organizada en Durango durante los últimos años provocó un río revuelto en distintas zonas de la entidad, que muchos "pescadores" de lo ajeno aprovecharon, explotando al máximo el vacío legal inducido por los criminales de alta escuela. Las corporaciones municipales de prácticamente todo el estado dejaron el trabajo de prevención para tiempos mejores.

La delincuencia común alcanzó niveles históricos, días en los que la Procuraduría de Justicia recibía hasta una decena de denuncias por robo de vehículos y una treintena por atracos en viviendas. Todos estábamos -estamos- desprotegidos.

Los tiempos no han cambiado y las autoridades parecen no tener manera de evitar lo que ocurre. No están preparados para combatir la delincuencia semi-organizada. Si no me robaron a mí o a usted, robaron al vecino de al lado.

Ayer por la mañana, tres vecinos de la calle Hidalgo despertaron con la sorpresa de un cristalazo: de sus vehículos extrajeron objetos que, al venderlos, apenas si les darán para obtener un par de billetes de baja denominación. Así sigue pasando en el Centro Histórico; también en las colonias.

El martes, al recorrer un tianguis al oriente de la ciudad -desarrollando un trabajo periodístico- coincidí con tres hombres, de unos 25 años, en un puesto dedicado a la venta de herramientas.

Uno de ellos abrió una mochila de cuyo interior sacó un par de faros automotrices, una cuchara de albañil y un espejo retrovisor. Mientras, los otros dos vigilaban el entorno. Pedía 150 pesos por los tres objetos; el vendedor, que dijo haber tenido un mal día, les pidió regresar a la semana siguiente. Además otros "proveedores" ya lo habían dejado sin dinero: temprano compró un "gato" y un cajón de "dados".

"Cada martes vienen...quién sabe de dónde sacarán tanta cosa", dijo sarcásticamente, reconociendo que le llevaban mercancía robada. Es más barato, "por eso les compramos", dijo echando un vistazo a sus compañeros de oficio. Así se provee desde hace más de un año; cada vez hay más para escoger.

Ya en confianza, el hombre habló del día en que se lio a golpes con una persona que lo quiso golpear al ver algunas herramientas en su puesto: "era la que le habían robado". Desde entonces, dijo, carga una libreta en la que apunta dónde le vendieron cada cosa, para no ofrecerla en el mismo lugar. Lo que ocurre en los tianguis es sólo uno de los fenómenos derivados de esa red, semi-organizada, que han tejido los delincuentes comunes.

Darles un voto de confianza a las policías, Municipal y Estatal, rayaría en lo absurdo porque ésa ya la perdimos casi todos. Pero ni modo. A trabajar.

Twitter: @luizork

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