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Cadáveres históricos

Hora cero

ROBERTO OROZCO MELO

Es un hecho científico e histórico que los héroes de la guerra de independencia, ahora osificados por haber permanecido largas horas, días, meses, años, lustros, decenios, cincuentenas y finalmente dos centurias bajo la tierra o en ataúdes de lujo. En mazmorras desde que fueron aprehendidos bajo sospecha o con evidencia de su infidelidad a la monarquía española (1808, 1810 y 1811) o simples muertos en caóticas batallas de insurgentes contra realistas; o presos para ser juzgados y 'ajusticiados' a posteriori, por algún Tribunal de la fe, como la 'santa inquisición' ya que por entonces sobraban cortes, rotas, sanedrines y curias para hacer confesar tanto a culpables como a inocentes.

Fue imposible, por lo tanto, que los bicentenarios y célebres difuntos inquietaran su espíritu ante la reciente exhumación de sus restos y el consiguiente ajetreo que les propinó, y se propinó, el presidente de la república al recorrer el Paseo de la Reforma, para depositar el calcio patriótico en una docena de urnas elaboradas en finos cristales y maderas preciosas, que fueron a parar al Castillo de Chapultepec, la residencia presidencial mexicana habitada por el general Porfirio Díaz y cambiada de destino por el general Lázaro Cárdenas del Río, quien la convirtió en Museo Histórico. Ahí estos restos humanos serán mostrados ante la curiosidad del pueblo.

Los mexicanos integramos una sociedad respetuosa y hasta idólatra de nuestro pasado y de sus cadáveres; aunque temerosos de la otra vida, pero esto último parece haber sido vencido por las ciencias exactas. Lo que vive en la tierra tiene al polvo por destino final. Por ello creo que la exposición de tales restos humanos va a constituir un desfile de curiosos e ignorantes, con el morbo de saber cómo quedaron los famosos actores de las luchas patrióticas y cómo eran, en lo real y en lo imaginado, por los artistas populares como eran los principales protagonistas de la lucha por la independencia de México. Pocos veedores podrán, sin embargo, conocer los verdaderos rasgos físicos de la gente de aquel 1810. Verán solamente una docena de cráneos deformes: huesos que algunos sabihondos dirán que pertenecieron a las piernas de Allende; las costillas dirán otros eran, por lo menos una, del Corregidor Domínguez y algotros asentarán, sin acertar, que las extremidades superiores en exhibición han de ser de don Juan Aldama...

Habrá, sin duda, ilustradas e ilustrados guías que podrán explicar de quiénes fueron, realmente, aquellas partes óseas; podrán repetir las conocidas biografías de los personajes y aún relatarán cada una de sus hazañas, la peculiaridad de sus comportamientos y las notas más destacadas de sus carreras militares o políticas; pero no creo, sinceramente, que esta muestra de caliche idealice los objetivos más altos y paradigmáticos de los héroes de 1810, tan distintos a los intereses de nuestras clases políticas.

No olvidemos que la historia de México se ha convertido, a través de los tiempos, en un escenario de cómicos que entre veras y burlas destacan lo acertado y ocultan los errores de los protagonistas de la cosa pública. Los nuevos historiadores recurren al describir los escándalos que puede vender libros, como si fueran panfletos chistosos; más que las ideas y los hechos que acrecen la dimensión moral e intelectual de nuestros hombres ilustres y de sus antípodas, ante los actuales actores de la farsa política.

Los partidos están hambrientos de un migajón jugoso y electorero; -plurinominales más otra cosa-; sin buscar propuestas de valor, y con ese objetivo pretenden exprimir el jugo de la historia nacional, aunque en el fondo la quintaesencia, ésta rechace maridarse con las empobrecidas pretensiones de los paupérrimos morales de la política...

Vimos al señor presidente de la República, don Felipe Calderón Hinojosa, con adusta seriedad en el rostro y las actitudes, dedicado a honrar la memoria de los héroes bicentenarios de nuestro sufrido México honrando los huesos de Miguel Hidalgo y Costilla, de Ignacio Allende, de Juan Aldama, de José María Morelos y Pavón, de Mariano Matamoros, de Mariano Jiménez, de Francisco Javier Mina, Vicente Guerrero, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria; y al verlo y escucharlo pensamos en que los hombres sólo alcanzan la medida histórica por la capacidad que tengan para intuir la oportunidad que les ofrece la vida, la dimensión de sus retos y el coraje que cada quien tenga para afrontar sus riesgos, con la audacia que cada quien capaz de empeñar en la lucha por resolverlos, valga decir el talento para aprovecharlos en el bien de la Patria, sin titubeos de ninguna clase.

El desfile mortuorio organizado en la capital de la República para honrar la memoria de los padres de la nación, dijo alguien, puede ser la metáfora perfecta de nuestra vida política: el 'hueso' es oportunidad de servicio público, así en la política como en las instituciones del Estado; pero aún éste habría que aprovecharlo con decisión y coraje para resolver los conflictos del desempleo, de la hambruna, de la inseguridad, de la educación y de la democracia.

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