"En política nunca nada pasa por accidente."
Franklin D. Roosevelt
Barack Obama, quien apenas en 2008 llevó al Partido Demócrata a un triunfo contundente frente a los republicanos, sufrió ayer una derrota brutal. El presidente sigue teniendo una gran popularidad fuera de Estados Unidos, pero en su país el electorado lo ha castigado severamente por lo que percibe como su ineficacia.
Según la empresa Gallup, Obama registraba una tasa de aprobación de apenas 45 por ciento la semana pasada, del 25 al 31 de octubre. Ésta es una declinación muy importante del nivel de 69 por ciento del 22-24 de enero de 2009, los días cuando tomó protesta como presidente. Si bien en el momento de entregar este artículo aún falta mucho para ver el resultado final de los comicios, toda la información disponible sugiere que los republicanos se han alzado con un aplastante triunfo frente a Obama y los demócratas.
La persistente debilidad económica ha sido uno de los factores fundamentales del triunfo republicano. Cuando a la economía le va mal, al partido en el poder le va peor. En este caso la reacción parece injusta ya que no fue Obama sino su predecesor, el republicano George W. Bush, quien con su exceso de gasto gubernamental y la promoción de programas de hipotecas que no tomaban en cuenta la capacidad de pago de las familias lo que generó la crisis económica.
Los votantes le cuestionan a Obama el no haber podido impulsar una recuperación más rápida. La tasa de desempleo se mantiene a un nivel cercano al 10 por ciento, una de las cifras más elevadas de la historia del país. Los conservadores y moderados, necesarios para ganar una elección nacional, le recriminan al presidente haber mantenido el déficit presupuestario a niveles suicidas: de 1.4 billones de dólares al año que equivalen al 11 por ciento del Producto Interno Bruto. De cada dólar de gasto gubernamental, 40 centavos se financian con deuda y no con recaudación. Pero como este enorme gasto no ha sido suficiente para generar una reactivación vigorosa de la economía, los grupos de izquierda y los desempleados se han desencantado con el presidente demócrata.
Como la crisis, el problema del gasto se originó en los tiempos de Bush Jr., quien promovió un incremento espectacular en el gasto público, particularmente el militar, al tiempo que recortaba los impuestos. Lo lógico sería que los votantes le dieran una oportunidad adicional a Obama, en lugar de devolver el Congreso a los republicanos que promovieron ese gasto, pero no estuvieron dispuestos a hacerlo.
Obama no ha sabido mostrar un liderazgo para sacar al país del estancamiento, el déficit y la deuda. El programa que definió sus dos primeros años de gobierno, el nuevo seguro obligatorio de salud, no resuelve el problema fundamental de control de los costos médicos, pero sí genera nuevas obligaciones de gasto gubernamental y, sobre todo, de subsidio a los grupos que en la actualidad carecen de seguro de gastos médicos.
No sorprende que los electores estadounidenses hayan pasado del voto de la esperanza en 2008 al desencanto del 2010. Al contrario que Bill Clinton, el demócrata que en los años noventa encabezó un retorno a la sensatez económica y eliminó el déficit de presupuesto heredado de Ronald Reagan y Bush padre, Obama sólo ha podido profundizar las políticas perversas de Bush hijo. Quizá debió haber colocado en los muros de los cuarteles demócratas el viejo letrero que guió la campaña de Clinton en 1992: "¡Es la economía, estúpido!" Se hubiera evitado la humillación de la elección de ayer.
LIBERTAD
No hay de qué asustarse. El presidente Obama no sólo hizo un llamado abierto a los electores para apoyar al Partido Demócrata sino que lo realizó ayer, el mismo día de las elecciones. Y nadie lo cuestionó ni lo demandó ante el Tribunal Electoral. En México, todas las restricciones que tenemos para la expresión de ideas políticas no hacen más que enturbiar los procesos electorales.