La visita de Felipe Calderón a Washington está empañada por la problemática de la seguridad. Sólo el último acontecimiento, la desaparición o secuestro de Diego Fernández de Cevallos, muestra la incapacidad de los sistemas de investigación criminal e inteligencia. A ello hay que agregar las confusas declaraciones de los más altos funcionarios del Gobierno mexicano respecto a la guerra al narcotráfico, algunos como el secretario de Gobernación, en la misma ciudad de Washington, dijo que la violencia estaría controlada a fines de 2010, mientras que otros como el secretario de Seguridad Pública sostienen que es un conflicto largo, para el cual hay que preparar las estructuras del Gobierno en ese escenario. A esto hay que añadir la polémica desatada por altos ex funcionarios de Fox que afirman que es una guerra fracasada y que la actual estrategia del Presidente se dirige al abismo.
Con este panorama, el Presidente hace una visita de Estado, la primera en 10 años, al vecino y poderoso país, y aunque tenga de su lado al presidente Obama, quien (casi) incondicionalmente respalda al Gobierno mexicano a través de la Iniciativa Mérida, México no tiene muchos amigos en esas latitudes, sobre todo en el Capitolio. Allí numerosos representantes republicanos desconfían de todo lo que venga del sur, sobre todo si es de color moreno. Para ellos cualquier mexicano es corrupto e inepto. Los demócratas también tienen críticos acérrimos, sosteniendo que los derechos humanos no son tomados en cuenta por el Gobierno de Calderón, sobre todo por el Ejército, y están dispuestos a cuestionar la Iniciativa Mérida y los futuros paquetes de ayuda para enfrentar al narcotráfico.
El ex presidente Bush, después del 11 de septiembre de 2001, se encargó de incluir la migración y el reforzamiento de las fronteras como tema de seguridad. México cooperó casi incondicionalmente en esos años, donde el Instituto Nacional de Migración se modernizó para que no pasara ningún terrorista o sospechoso de algún país donde el islamismo es predominante. Se reforzó la frontera sur de forma asombrosa, pues es conocida su porosidad, muchas veces favorecida por la corrupción de funcionarios mexicanos de todas las dependencias que supuestamente la vigilan, pero que en realidad favorecen las mafias de traficantes de personas, drogas y armas. Se incrementaron los vínculos de la PGR, Gobernación (a través del Cisen), y Estados Unidos ha ayudado a la modernización del vetusto e ineficaz sistema de impartición de justicia.
En esos años quedó pendiente la cooperación militar, por la oposición de los altos mandos de la Sedena, quienes vieron los brazos del imperialismo queriéndose adueñar de México, al rediseñar sus comandos militares y configurar el Comando Norte en el año 2002. La Marina es más proclive a la cooperación con los vecinos, pues todos los servicios de Inteligencia contra el narco coinciden que la cocaína de Colombia desembarca en el Pacífico mexicano, y que no se tiene la tecnología de detección, lo que será subsanado con los aviones radar que la Iniciativa Mérida le va a otorgar a la Armada de México. En otras palabras, México hizo bien su tarea de ayudar a Estados Unidos en contener el terrorismo, pero quedaron pendientes. Entre otras, que al no poner suficiente énfasis en los cárteles, éstos crecieron y ahora amenazan la seguridad nacional de México, pero también la de Estados Unidos, por lo que su combate se ha convertido en una empresa binacional.
La Iniciativa Mérida y su continuidad es uno de los ejes a discutir. Es conocida la opinión de los altos funcionarios de Obama, que coinciden en seguir respaldando al Gobierno mexicano, sobre la base de que el combate a los grupos criminales lleva tiempo, y la ayuda apenas está llegando a México, por lo que evaluarla es aún prematuro. Pero, una cosa es Obama y otra los congresistas. Allí Calderón se va a encontrar con críticos que intentarán cuestionarlo por el resultado de la guerra, que no se ve, y porque da la impresión de que el Gobierno está siendo rebasado, también se enfrentará a los tradicionales nacionalistas que no quieren gastar recursos de su Gobierno en dudosas contrapartes que consideran irresponsables, incapaces o corruptas. Esperemos que éstos no predominen, pero tienen gran capacidad de veto congresional.