El Tribunal Electoral Federal, acaba de emitir una resolución en la que sentenció que el presidente Felipe Calderón había violado la Constitución al transmitir mensajes de contenido electoral en pleno proceso político.
Sin embargo, esa resolución a nada conduce, pues la norma violada por el presidente carece de sanción, es decir, es una norma imperfecta, por lo que la determinación del tribunal y nada es lo mismo.
Algo semejante ha sucedido ya en otras ocasiones, como fue el caso de Fox y el dinero recibido del extranjero en exceso de los topes de campaña y sin embargo, ninguna sanción se le impuso.
Por lo visto se ha querido satanizar la participación del presidente y los gobernadores en campañas políticas, a pesar de las imperfecciones de nuestra ley.
De nada sirve entonces que los tribunales se pronuncien o se pruebe en autos que algún funcionario incurrió en violaciones a la ley si ésta carece de una sanción ya sea pecuniaria o con pérdida del cargo.
De ahí que pensemos que lo mejor sería permitir de una vez por todas, la participación de esos funcionarios en política, en cualquier tiempo o la otra, sancionar debidamente al que incurra en excesos.
Personalmente me inclino por que se permita la participación discrecional de cualquier funcionario en cuestiones políticas, siempre que no desvíen recursos del erario público, pues son cosas muy distintas.
También debe permanecer la prohibición de utilizar los bienes del Estado en ese tipo de procesos, pero la participación personal debe quedar libre.
Que los gobiernos publiciten sus acciones, pues eso en poco influye en el electorado, que ha alcanzado ya una madurez suficiente como para distinguir entre buenos y malos gobernantes.
Porque además, hay figuras que suman y otras que restan. Así cuando un candidato se hace acompañar o respaldar por un gobernante querido, puede beneficiarse con su apoyo; pero si no es así, ese apoyo lo desacredita.
De esta suerte, que Carlos Salinas apoye a Peña Nieto, puede ser un buen indicio para unos y malo para otros; si Ebrard se deja ver con el Peje puede inducir a temor entre unos y popularidad en otros.
Que cada quién decida con qué lastre quiere cargar o a qué árbol se cobija, al fin y al cabo es a su propio riesgo.
Está probado que los viejos esquemas se han roto totalmente. Nadie imaginó que un "hijo desobediente", como Calderón, pudiera alcanzar la nominación de su partido despegándose del presidente en turno y sin embargo, sucedió.
Nadie pensó en su momento, que un alcalde pudiera lograr la nominación a una gubernatura y también sucedió con Humberto Moreira.
Antes de esos acontecimientos, los presidenciables salían del Gabinete federal con la bendición del jefe del Ejecutivo; y los candidatos a gobernador venían al Estado después de una larga estancia en el Distrito Federal.
Pero las reglas cambian y a veces esto sucede a golpes de osadía.
En otros, es porque cambia el estilo de hacer política.
Pero, hace ya tiempo que en nuestro país, es el pueblo el que marca la pauta y ahora más que antes, los votos cuentan y el pueblo lo ha aprendido muy bien.
Es tiempo de dejar atrás esquemas de control que ya no tienen razón de ser; y menos con una legislación imperfecta.
Abramos nuevos canales de comunicación ciudadana; dejemos que la gente decida lo que está bien y lo que está mal; no limitemos la participación política, como si al pueblo se le pudiera engañar.
Cambiemos las reglas y dejemos de lado viejos prejuicios y veamos en definitiva de qué cuero salen más correas.
Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".