Yendo del norte, por la súper-carretera a Durango, la vista y la imaginación tienen mucho donde extasiarse.
Apenas ha nacido la primavera y los manchones verdes del paisaje los dan los pequeños mezquites que salpican lo amarillento de la hierba seca que está en el campo, renuente al cambio.
Subiendo y bajando cunetas nos encontramos de pronto con la gran planicie que tanto nos ha cautivado desde niños y que conocemos como la Región de los Llanos de Durango.
A lo lejos se ve el humo que sale de las cocinas de Ignacio Ramírez, un pequeño poblado cuna de los antepasados de Óscar de la Hoya, famoso boxeador y ahora empresario.
A la derecha, casi perdido en la distancia, está el magro caserío de Santa Catalina de Sena, donde vivió Dolores del Río, famosa artista de nuestro cine y quien inició su carrera cantando.
Así vamos avanzando entre pláticas y recuerdos, entre planes y sueños. Aparecen nuevas montañas a adornar el paisaje y cuando salimos de una breve cadena montañosa aparece majestuoso, imponente y hermoso el Valle del Guadiana.
Volvemos a recorrer la capital del Estado de Durango. ¡Qué hermosa está ahora! La han dejado fresca, limpia y acicalada.
Andamos por la Colonia Real del Mezquital y al doblar una esquina nos topamos con un gran letrero que dice, Escuela Antonio de Juambelz y Bracho.
Nos viene a la mente el recuerdo de nuestro jefe por tantos años y sus muchas obras en bien de la comunidad lagunera.
Todos los días, a las cuatro de la tarde nos llamaba a su oficina para conocer las últimas novedades en un periódico que crecía y se transformaba.
Cómo olvidar sus consejos para hacer las cosas mejor, ya escribiendo o ya administrando.
Nunca hagas las cosas bajo presión, te saldrán mal. En cambio si estás tranquilo y sereno tendrás la oportunidad de decidir mejor, nos decía siempre.
Cómo extrañamos aquellas pláticas de las cuatro de la tarde, pero algo aprendimos y seguimos utilizando muchos de sus consejos para salir adelante en un mundo cada día más difícil y complejo.
De la vida misma