A principios de esta semana se definió la identidad de los aspirantes al Gobierno de Durango, Jorge Herrera Caldera candidato del gobernador Ismael Herández Deras postulado por el PRI y José Rosas Aispuro Torres como abanderado de una coalición del PAN, PRD, PT y Convergencia.
La dirigencia nacional del PRI representada por Beatriz Paredes, respondió radicalizando la cerrazón de origen y consumó el dedazo. El lunes por la noche fueron concentrados en la sede del tricolor en la Ciudad de México la totalidad de los precandidatos priistas duranguenses, quienes desistieron de sus aspiraciones en apoyo del favorito del Gobernador como candidato de unidad, haciendo burla del cuestionado proceso interno de selección y justificando con ello la inconformidad de Aispuro Torres.
En las filas de la alianza de Oposición se definió también el lunes pasado, tanto la candidatura de Aispuro como la participación del Partido del Trabajo cuya decisión se reservó hasta el último momento.
Las alianzas de suyo ni son la panacea, ni son reprobables en sí mismas. La calidad de cada coalición y su pertinencia dependen de las causas que la originen, los fines que se proponga, la idoneidad de los medios que se apliquen para la realización de sus objetivos y desde luego, del buen o mal planteamiento de una plataforma común frente a los electores.
En el caso los protagonistas de la alianza se juntan bajo el lema "Lo que nos une es Durango", con lo que dan atinada respuesta al cuestionamiento según el cual, la coalición es un intento de mezclar el agua y el aceite.
Es incongruente que se descalifique a la alianza cuando es una herramienta prevista en la Ley, aceptada por las organizaciones políticas nacionales que hasta hoy han sostenido esa figura como conveniente y útil al proceso mexicano de transición a la democracia plena. Llama la atención que los mismos que descalifican esta alianza en el pasado reciente se coaligaron y seguirán haciéndolo, lo que revela otro vicio frecuente de nuestros políticos, que exaltan una conducta cuando incurren en ella y descalifican a esa misma e idéntica postura cuando la asume el adversario.
Las diferencias de fondo entre los partidos no se encuentran a nivel estatal o municipal en donde suele haber una visión semejante de problemas y soluciones. Sus grandes diferencias están a nivel federal, en cuyo ámbito parlamentario se discute el control del Estado y la participación de la inversión privada en los renglones del petróleo, la energía eléctrica y otros bienes estratégicos. Esta clase de discusiones que nada tiene que ver con Estado y Municipios, en efecto ha producido amargos frutos de encono entre compatriotas, gracias a sembradores profesionales de cizaña que tienen hundido a nuestro país en el conflicto y en la parálisis legislativa.
La manera de hacer las cosas a nivel local puede ser objeto de una plataforma política y un plan de Gobierno consensuados en alianza, lo que ofrece un ejercicio de conocimiento y comprensión recíprocos entre personas de carne y hueso aterrizadas en una realidad concreta, respecto de lo que cada opción política ofrece. Bien manejado este ejercicio, contribuye al diálogo entre nosotros mismos, del que estamos tan necesitados los mexicanos.
En el caso de Durango la alianza asume el reto que por hoy enfrenta el sistema político mexicano, debido al poder absoluto que ejercen los gobernadores priistas libre de contrapesos y exento de rendición de cuentas. La defección de Aispuro Torres es la renuncia a un PRI que en definitiva no aprende las lecciones de la historia y que recrea hoy día a nivel de las Entidades Federativas el antiguo sistema de Partido de Estado corregido y aumentado.
El ejercicio del poder absoluto en los Estados implica un retroceso que pone en riesgo a nuestra incipiente democracia, amenaza dividir a nuestro país en una multitud de islas en manos de autócratas que resultan irresponsables, en la medida en que mediante discursos incendiarios culpan al Gobierno Federal de los males que aquejan al país y son muy hábiles para exigir recursos que con enorme dispendio gastan para mantenerse en el poder y en operar un insano continuismo a favor de sus amigos o familiares, al tiempo que se revelan como auténticas nulidades cuando se trata de hacer la tarea que como tales gobernadores les compete.
La alianza de la Oposición por Durango es fruto del entendimiento entre políticos locales de diversas formas de pensar, y por ello es bueno que haya cuajado a pesar de los obstáculos que en un principio encontró a nivel nacional. En ese sentido la sola concretización de la alianza es un golpe a la denominada partidocracia, que es otro de los riesgos de nuestro sistema. Lo anterior porque en la medida que elementos locales rebasan las fronteras ideológicas de sus respectivos partidos en aras de un objetivo de bien común, se obtiene un triunfo de los ciudadanos sobre las estructuras.
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