Capitalismo a la cubana
Cuba ha vivido en una crisis económica desde que tengo memoria. Las autoridades cubanas han culpado siempre al gobierno de los Estados Unidos por esta situación. La verdad es que el boicot comercial de Washington ha tenido consecuencias negativas sobre la economía cubana, pero los males fundamentales del país son más bien producto de su sistema económico comunista. Si bien las autoridades cubanas todavía no lo aceptan abiertamente, la decisión de abrir 178 áreas a la actividad privada es un indicio de que lo saben.
El presidente cubano, Raúl Castro, ha anunciado medidas para ampliar de 12 a 20 el número de sillas que los ‘paladares’ o restaurantes familiares, ya tolerados, pueden tener. Permitirá también el alquiler de casas por personas privadas. Los particulares podrán ofrecer servicios de transporte, trabajar de payasos, dar masajes, ser cerrajeros, cuidadores de baños públicos, jardineros o zapateros de forma independiente. Parece poco, pero en un país en que se ha prohibido y cuestionado la moral de la iniciativa privada esto representa una verdadera revolución.
El gobierno cubano no tiene muchas opciones. Está obligado a despedir a miles de trabajadores de las sobresaturadas filas de la burocracia pero sin que haya posibilidades de empleo fuera de las estructuras gubernamentales precisamente por la prohibición a la actividad privada. La idea es que estas 178 áreas de actividad puedan generar un número suficiente de empleos como para que no se registre un estallido social o los desempleados empiecen a morir de hambre.
La cautela en la siembra de las primeras semillas de capitalismo en la economía cubana es evidente. El presidente Castro quiere que la inversión privada desactive la bomba de tiempo del desempleo, en un país en el que desde hace décadas se ha prohibido a la gente invertir para crear empleos, pero no que se extienda tanto que vaya a convertirse en una amenaza para el sistema comunista.
Es difícil saber, sin embargo, si esas limitadas reformas podrán generar los beneficios que Cuba requiere sin contagiar al resto de la economía del virus del capitalismo. Si las nuevas actividades independientes empiezan a tener éxito, y la gente que las practica logra un mejor nivel de vida, pronto veremos una migración inevitable a las actividades libres. ¿Qué pasará cuando el restaurante familiar tenga ya ocupadas sus 20 sillas permitidas y alguien más quiera comer? ¿Se detendrá a la dueña por darle de comer a 21?
China tuvo también un momento en su historia en que sus dirigentes pensaron que podían introducir algunas reformas de mercado pero sin cambiar en lo sustancial la economía comunista. Al final resultó imposible. Pero al contrario de lo que ha hecho Cuba en otras ocasiones, que revirtió algunas reformas de mercado porque resultaron demasiado exitosas, China simplemente adoptó con entusiasmo la economía capitalista a pesar de que nunca desapareció el Partido Comunista.
Raúl Castro tendrá que andarse con cuidado porque lo más seguro es que a Cuba le pase algo similar. Una vez que la población advierta las ventajas del sistema de libre mercado, no habrá forma de pararla en la adopción de un capitalismo formal.
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