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Capítulo III: Postales de El Paso, Texas

Relatos de andar y ver

ERNESTO RAMOS COBO

De vivir esta semana mundialista en El Paso, Texas, resultaron las siguientes postales:

1. La cara sudorosa de mi chavito después de entrenar con el Cobras Soccer Academy of El Paso. Andaba contento, y desde sus 10 años se dio cuenta de lo siguiente: a) que todos tenían balones y jersey de visita, todos papá: "como veinticinco niños, veinticinco balones, todos con sus jerseis"; y b) que el entrenamiento fue mucho más "estructurado" -según me dijo, porque "en México sólo nos ponen mundialito, o un todos contra todos". Respecto a la diferenciación existente entre los dos países, de privilegiar técnica y método, sobre improvisación, saque usted sus propias conclusiones.

2. La discusión por el HD de esos dos hermanos, miembros de la familia mexicoamericana de mi esposa, antes del juego contra Uruguay. En casa de uno de ellos, mientras desayunábamos chilaquiles blandos, tortillas de bolsa, coca-colas, discutían por encontrar el juego en alta definición, ante mi creciente nerviosismo, pues los himnos estaban cerca. Fastidiados por el HD no disponible, se burlaron cuando les dije que era lo mismo. Uno mencionó 70 pulgadas extasiado, y que en Best Buy los tenían en venta. Otro habló de un control remoto universal para toda la casa. Y así, en la sala principal, a un lado de la chimenea, empotrada cual Dios cuadrado, con los sillones postrados, la televisión era ventana, respiro, guía, cura inmediata de las frustraciones. Desde entonces avizoro la presión que se me viene: se avecina el reemplazo del televisor en casa.

3. La escena de un atardecer trémulo y pacífico de desierto, desde este balcón donde ahora me encuentro. Aunque es posible ver la mancha urbana de Ciudad Juárez, resulta imperceptible desde aquí su polvorín, su desmoronarse más allá de esta frontera. El cielo baña de calor su rojizo horizonte de inmóviles montañas, la tierra cercenada por la cicatriz fronteriza, el reino de la desconfianza, tan lejos y tan cerca. La visión tangible de ese fracaso histórico, parece desde aquí lejano espejismo. Precisamente he platicado con algunos paisanos que viven de este lado del río. En sus palabras es posible percibir nostalgia de su pasado en México, mas es una nostalgia realista, tal vez distante, del que no participa y ha abandonado, como si hablaran de sus goteras antiguas después de haberse mudado de casa.

4. La cara de sorpresa, de desesperación, de esa amiga mexicana de mi esposa. Había hablado por teléfono con el hijo de otros amigos, también mexicanos al cien por ciento, y le sorprendió lo "pochito" que está el niño, y su español deficiente: "Lo pierden, pierden el lenguaje aunque no te des cuenta", -decía, "por más que le pongas ganas, lo pierden". Justamente por ello -según nos dijo, sus hijos estuvieron yendo por años a la primaria en Juárez. Pero no lo hacen más. La violencia los obligó a replegarse, como a tantos otros. Ahora sus hijos van a escuela privada en El Paso. "En la casa hablamos puro español, pero lo pierden, pierden el lenguaje aunque no te des cuenta".

5. La cara sonriente del vendedor Dennis Sánchez, que atento responde mis preguntas en el Best Buy: "Sí -dice, la CBS está pasando los partidos en directo durante el fin de semana, y además este televisor HD está en venta -exclama, abriéndose todo él de brazos, y regocijado en sus cachetes de demasiadas hamburguesas: ¡y todo por sólo 2,499.00 dólares"!

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