Mamá centenario. Doña Vicenta Pineda Santacruz es cuidada por su hija Efraína de 85 años.
Doña Vicenta Pineda Santacruz, muy probablemente sea la mexicana más longeva del país. Sus ojos han visto pasar tres siglos a través de los 111 años de vida que tiene.
Su acta de nacimiento, renovada hace 13 años, está fechada el 19 de julio de 1899, en el poblado de Tecario, en Huetámo.
Ayer, Día de las Madres, su hija Efraína, de 85 años, la despertó como todos los días para darle su desayuno, pero también para felicitarla y entregarle sus obsequios: tres blusas de algodón y un ventilador que intenta refrescar el caliente cuarto de ladrillo con techo de cartón, en el que duermen ambas.
Vicentita y Frinita, como les llaman los más cercanos, pareciera que están solas en el mundo, de no ser por el cariño que sus vecinos les tienen, y al fuerte carácter de ambas, quienes a través de vender dulces y refrescos en su casa pueden sacar el dinero necesario para subsistir.
"De a poquito, pero sale para el pollito, para la sopita", afirma "Abue Frina", como los niños de "Las Margaritas" llaman cariñosamente a Efraína, quien con todo y su padecimiento cardíaco y el problema óseo de sus hombros, se hace enteramente cargo de su madre, a quien pulcramente mantiene vestida, le da de comer dos veces al día, la acuesta y la levanta delicadamente, para trasladarla en una silla de ruedas.
Las instancias de Gobierno, las han ignorado, apenas comienzan a recibir apoyo tramitado por el Ayuntamiento moreliano. Pero las necesidades de ambas ancianas van más allá de los 600 pesos mensuales que recibieron por primera vez esta quincena, de parte del programa "70 y más", tras dos años de tramitarlo.
"Tenemos muchas necesidades. Mi mamá ahorita ya es como un bebito, requiere pañales, bandas de 'micropoore' y gasas para sus curaciones que le tengo que hacer todos los días (doña Vicenta padece de un tumor canceroso en el seno derecho). Ya tanta gente ha venido a ver a mi mamá y se toman fotos con ella, y a prometernos tantas cosas, pero nomás no llega ayuda", cuenta doña Frina sin que sea lamento o queja, sino resignación.
"Sólo le pido una cosa a Dios: que me deje verle el fin a mi madre, porque a veces pienso que yo estoy más mala que ella, y si yo me voy primero ¿qué va a hacer mi mamá?"
Es la preocupación máxima de Efraína en esta vida, pero exclama con entusiasmo: "¡Me da mucho gusto este día! Mi hijo (muerto de cáncer a los 26 años) fue de las cosas que me enseñó, porque yo nunca he sabido en qué día vivo, y más gusto me da tener a mi mamá, le doy muchas gracias a Nuestro Señor".
