Es interesante encontrar conviviendo en la cartelera a Enemigo Interno y Al Filo De La Oscuridad, ya que la primera es un ejercicio de desarticulación del género que la segunda representa de modo ejemplar.
El género es el thriller policiaco, que requiere, para su disfrute, de la injusticia como catalizador de la acción; de la clara y metódica recopilación de evidencias; de pistas falsas y giros inesperados, pero creíbles; de la aplicación elástica, pero no del todo violatoria de la ley, y por último, de la resolución satisfactoria en base a los elementos de juicio aportados. Como se ve, es un modelo cinematográfico bastante rígido, mucho más que los métodos policiacos de la vida real.
Al Filo De La Oscuridad es una muestra bien divertida del género, aderezada con las siempre regocijantes, cuando bien hechas, conspiraciones del Gobierno con corporaciones inescrupulosas. El regocijo proviene de colocar al héroe, y por extensión al espectador, en un plano moral superior al de la alta burocracia gubernamental y el empresariado corrupto. La hija de Gibson, que trabaja en una compañía con contratos relacionados con la energía nuclear, es asesinada de modo brutal en las narices de su padre policía. La investigación del padre, a ratos judicial y a ratos extraoficial, alcanza rápidamente alturas peligrosas, y ocasiona la aparición de los matones de siempre, pero también la de un fascinante limpiador del Gobierno, que desarrolla un extraño afecto por Gibson. No es la única visita peculiar que recibe: el fantasma de la hija aparece con demasiada frecuencia.
Tan parecida y tan distinta a Enemigo Interno, una alucinante comedia negra envuelta en la piel de un thriller policiaco. Su director, Werner Herzog, finge al principio llevarnos por la senda tradicional: el héroe, un Nicolas Cage desencadenado, es ascendido a Teniente por salvar un reo de ahogarse en las aguas procelosas del huracán Katrina, y lastimarse la espalda de manera permanente como consecuencia. Después el detective, adicto a los analgésicos, investiga el caso de la ejecución de una familia senegalesa, con niños y todo, a manos de traficantes de drogas. Este caso precipita su descenso en el vicio y las peores mañas posibles, volviéndolo un ser despreciable, al que sólo podemos tolerar gracias a la rígida programación que los años de thrillers policiacos nos ha implantado en el cerebro.
Herzog se vale de las convenciones del género para luego despedazarlas con humor punzante, fuera de lugar, e imposibles vueltas de tuerca. Confundirá sin duda a más de uno, que ignora que por espacio de dos horas se ha puesto en manos de un maniático. Pese, y gracias a sus excentricidades, Enemigo Interno tiene momentos inolvidables y, para no violentarnos del todo, cumple mañosamente con ese último requisito que le mencione.
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