Infinidad de cintas retrataron las dolencias del veterano de Vietnam. Su paranoia, desadaptación y pesadillas han sazonado historias trágicas, e incluso comedias. Pero conforme la guerra en el sudeste asiático se va quedando atrás (terminó hace 35 años), van surgiendo de a poco los nuevos ex combatientes trastornados. Y aunque ahora pelean en un paisaje totalmente despejado, con mejores ayudas tecnológicas y contra enemigos más fáciles de odiar, es sorprendente lo mucho que se parecen a los de antes.
Resulta que los síntomas del PTSD, siglas en inglés del Desorden de Stress Post Traumático, se manifiestan de igual manera si peleaste en Iraq que en Laos (ojalá que no entre los que peleen en Juárez o Gómez). Y si se busca entender cómo opera este desorden en un ser humano que antes parecía perfectamente adaptado a la vida en sociedad, basta con ver Entre Hermanos, del director Jim Sheridan. En esta película, Tobey Maguire (El Hombre Araña) y Jack Gyllenhaal (El Principe de Persia) interpretan a hermanos sin súper poder alguno, hijos de un veterano de Vietnam.
McGuire es el oficial recto y limpio, orgullo de su padre, que está a punto de volver a Afganistán. Gyllenhaal es el hermano desastroso, recién salido del bote, sin proyecto de vida. Ambos hermanos se quieren bien. Por eso que cuando Maguire desaparece en combate y se le da por muerto, el otro busca acercarse a la esposa y dos hijas del oficial para serles útil, tratar de reformarse y encontrar su propio lugar en el mundo.
El talento de Sheridan para capturar escenas familiares que se sienten naturales, y para reproducir la dinámica que se da entre padres e hijos pequeños, hace que Entre Hermanos funcione bien como drama familiar, ligeramente arriba de lo que lograría una cinta del canal Hallmark.
Pero lo que distingue a la cinta es la transformación del personaje de Maguire, luego de que aparece vivo y es repatriado. No sólo resultan creíbles los cambios, sino que por momentos es posible ver con sus ojos las nimiedades de la vida suburbana familiar gringa, y encontrarlas vacuas e irritantes. Por momentos, nada más, porque el tipo está tronado. Desafortunadamente la cinta hace poco más, y se siente trunca, inconclusa. Aún así vale la pena. Es un buen espécimen para ser archivado bajo la etiqueta PTSD, en el cajón de psicólogo aficionado que muchos mantenemos.
Por cierto, Entre Hermanos es remake fiel de una cinta Danesa del 2004. Otro remake, de una cinta mucho más famosa, visita tambien nuestras pantallas. Y aunque no me molesta que el Karate Kid aprenda Kung Fu (sobre todo si el maestro es mi queridísimo Jackie Chan), si me choca que le bajaran la edad al personaje sólo para que pudiera interpretarlo el orgullo de los nepotismos de Will Smith. En fin, no había forma de resistirme al Karate Kid.
Ahora, como acto de justa reciprocidad ¿habrá manera de obligar a Smith a que vea un video de mis retoños?