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CINECRÍTICA

FUEGO: EL RIZO EN LLAMAS

MAX RIVERA 2

Como dije antes, la lustrosa escenificación del mundo de los sueños que hace Christopher Nolan en El Origen, poco o nada tiene que ver con la caótica naturaleza de los mismos. En apariencia tejidos con escenas inconexas y saltos espacio-temporales, al invocar cabalmente las imágenes de nuestros sueños y someterlas a un somero análisis es fácil descubrir, entre la vorágine fantasiosa, temores primordiales o recientes; o bien, identificar memorias frescas o antiguas, incluso suprimidas. Entonces, vistos así, como el reflejo ondulado de la mente consciente, los sueños y la memoria se parecen más a la cinta Fuego de Guillermo Arriaga, que a El Origen.

Arriaga, en su primera aventura como director, se mantiene fiel a sus vicios y virtudes. Y de sus vicios, el que sin duda provocará las reacciones más fuertes del espectador será el de las narrativas entrecortadas, al que ahora añade la complicación de mezclar líneas temporales con personajes que se repiten en edades distintas. ¿Suena confuso? Lo es. Y como sabemos desde Amores Perros y 21 Gramos, en eso reside el placer, o el dolor, de experimentar una cinta escrita por Arriaga.

En Fuego (cuyo título en inglés puede traducirse literalmente como El Llano en Llamas), Charlize Theron interpreta a la propietaria de un restaurant chic en Oregon, que a pesar del éxito del negocio sufre evidentes problemas existenciales. Algo debe estar muy mal con su pasado, asumimos correctamente. Mientras tanto Kim Basinger vive con sus bellos hijos y cariñoso marido trailero en Nuevo México, cerca de las hermosas montañas de Las Cruces. Sin embargo, efectúa arriesgadas escapadas sentimentales con su amante mexicano. Algo debe estar muy mal con su matrimonio, asumimos correctamente.

¿Le comenté que desde el inicio sabemos que Basinger y su amante están muertos? Quedaron calcinados en su nido de amor: una destartalada casa rodante. Parte del misterio consiste en descubrir las condiciones de su muerte, saltando de arriba a abajo en el tiempo. Pero Fuego no es un thriller como Memento o Perros de Reserva. En todo caso, es sobre heridas emocionales, y su resolución depende de encontrar, en las aristas de la memoria, el filo que las causó.

Arriaga es un maestro en el arte de rizar el rizo. Pero la efectividad de cada uno de sus intentos se evalúa cuando, al salir de la sala, planchamos las hebras para descubrir un tejido fino, o bien, una simple madeja. En su debut como director, e independientemente de que se repita a sí mismo, Arriaga escoge una historia de alcances mucho más modestos que Amores Perros o Babel, y el resultado se siente así, modesto. De modo que, para terminar con las figuras textiles, Fuego está hilvanada con elegancia, pero con muy poco hilo.

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