Con qué facilidad se nos olvida que los zombis son personas. Que cada espécimen babeante y sanguinolento que se nos acerca, entre gruñidos y arañazos, alguna vez fue un niño que su madre amó. Quizá hace apenas cinco minutos lo era. Con qué facilidad los hacinan los directores, hasta que no son más que un revoltijo vociferante de brazos alzados y ojos blancos, una masa sin personalidad ni autonomía, sin nadie que se levante y diga: estoy aquí, soy único, y quiero sesos.
Pero es peor aún cuando tratan a los seres humanos de la misma manera, como mera utilería para escenificar su próximo asesinato espectacular. Que fácil les resulta olvidar a muchos realizadores obsesionados con la acción, la regla de oro de las buenas cintas de horror: si no nos importa las víctimas, ni nos importa los victimarios, no nos importará la película.
La Horda es una entrada novedosa en el subgénero de los zombies por varias razones: es una realización francesa de muy bajo presupuesto; es una mezcla de thriller policiaco y apocalipsis zombi; y no se molesta en explicarnos la súbita presencia de los muertos vivientes. Esto último, que suena a falla garrafal, sería un cambio refrescante si en la cinta quedara claro que es una omisión intencionadamente provocativa. Pero los directores novatos Benjamín Rocher y Yannick Dahan parecen más preocupados en demostrar que los cinco francos que consiguieron lucen fenomenales en pantalla, que en explorar los muchos temas interesantes que alcanzaron a plantear en su cinta.
La sencilla historia comienza con un grupo de policías rebeldes que, de manera totalmente extraoficial, se disponen a entrar a un edificio ruinoso con la intención de aniquilar a los hampones que torturaron y asesinaron a un compañero suyo. Su plan falla, y ya se encaminaba al desastre cuando las cosas realmente empeoran, al ver el edificio rodeado por hambrientos muertos caminantes. En adelante la cinta deviene en la tradicional rutina de despacharse uno por uno a los sobrevivientes, mientras buscan la guarida imposible que los mantenga a salvo.
En el camino quedan planteamientos prometedores, como la xenofobia hacia los africanos y la corrupción policial. La misma premisa de la cinta, una sugerente cruza de Masacre en la Crujía 13 con Amanecer de los Muertos y Rec, es pronto olvidada para pasar a las persecuciones tradicionales. Me da algo de pena admitirlo, pero espero que la cinta sea pronto recogida por la máquina de remakes hollywoodense, y recoja los pedazos para construir un zombi mejor. Rara vez ocurre, pero esta es una oportunidad extraordinaria.
