La visita a la ciudad de Torreón del ex alcalde de Medellín, Colombia, Sergio Fajardo, a invitación del Presidente Municipal Eduardo Olmos Castro, ofrece un contraste tan radical entre el estilo y trayectoria de ambos personajes, que amerita ser objeto de análisis.
El visitante es un profesor universitario de la ciudad de Medellín, que ante la inseguridad extrema prevaleciente salió del anonimato ciudadano, primero como luchador social y comentarista en los medios de comunicación, para pasar después a la acción política.
Se presentó como candidato a la alcaldía de su ciudad y una vez en el cargo, aplicó un programa de regeneración urbana y participación ciudadana en pro del desarrollo humano integral, en pos del objetivo de pasar del miedo a la esperanza, que tuvo como resultado el abatimiento de la violencia.
En el año 2007 Fajardo recibió el reconocimiento como el mejor alcalde, tanto de Colombia como de América Hispana. Su incursión en la política ha sentado en su país y a nivel internacional, un paradigma de participación ciudadana y ha marcado una profunda huella en orden a la procuración del bien común, como finalidad esencial del ejercicio del poder público.
Entre los elementos básicos del fenómeno Fajardo, se encuentran su origen y el sustento de su autoridad en la base social, y la orientación del gasto en consenso con la ciudadanía, en virtud de una administración transparente del dinero público, orientada a realizar las mejores obras de infraestructura urbana en favor de quienes menos tienen.
La trayectoria política de Olmos, en cambio, tiene su origen en negocios florecientes al amparo del poder (concesiones gasolineras), y en la sumisión a una estructura rígida y vertical que se niega a desaparecer en nuestro país. Tal sistema en Coahuila adquiere dimensiones clientelares extremas y visos de dinastía monárquica, en el caso de los hermanos Humberto y Rubén Moreira.
A ello se debe que la presentación de Sergio Fajardo sea motivo de desconcierto, para un público que el viernes pasado fue convocado para observar en un mismo plano a tan diferentes estilos de hacer política, y que dio oportunidad para que algunos de nuestros políticos locales acostumbrados a no rendir cuentas de cara a la sociedad, se lucieran a la sombra del ilustre visitante.
El atrevimiento de los anfitriones se basa en la creencia de que los electores locales son idiotas y que la sola presencia de Fajardo genera la percepción de que los gobiernos de Torreón y de Coahuila, están haciendo su tarea en materia de seguridad.
Más allá de ese intento basado en modernas técnicas de manipulación y manejo de imagen, la presentación de Fajardo en Torreón revela el estilo de un gobierno que desborda sus límites e invade espacios que no le corresponden y que por naturaleza pertenecen a otros protagonistas sociales, como serían los organismos no gubernamentales, las asociaciones de colonos, los empresarios, la comunidad universitaria, los medios informativos o cualquier otro actor legitimado para tremolar la bandera de la ciudadanización de la política.
El gobierno de Moreira pretende ser omnipresente: No sólo asume papeles que a los diversos agentes sociales corresponden y trata de coptar a los medios de comunicación, sino que se apodera de los roles que tocan a la oposición, porque en el fondo no tolera ninguna forma de disidencia. Por ello, no conforme con mantener sometido al Partido Revolucionario Institucional como apéndice de control clientelar llevado a extremos nunca antes vistos, crea un nuevo partido estatal como alternativa por si acaso.
En Coahuila el gobierno del Estado tiene secuestrada a una parte de la estructura del PRD; opera dentro del PAN a la caza de tránsfugas como el ex diputado local Jesús Pérez Valenzuela y el actual regidor por Matamoros Javier Omar Marín Vega; tiene al dirigente estatal del Partido Verde en su organigrama burocrático, etcétera.
En el marco del estilo de un gobierno que solito se pregunta y se contesta; que juega a las damas chinas con canicas de todos colores y todas ellas bajo su control, se explica el atrevimiento de juntar en una misma fotografía al ilustre Sergio Fajardo, con Eduardo Olmos y la primera plana del gobierno de Moreira.
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