Lo representan. Los actores Ewan Mcgregor, Olivia Williams y Pierce Brosnan llegan a la premier de la película The Ghost Writer. EFE
BERLÍN, ALEMANIA. La Berlinale se volcó ayer en arropar a Roman Polanski, en arresto domiciliario en Suiza por su deuda pendiente con la justicia de EU, y recibió su cinta The Ghost Writer, película a competición por los Osos, como un homenaje al genio ausente.
La Berlinale necesitaba un trío de astros sobre su alfombra roja y ayer lo tuvo -Ewan McGregor, Pierce Brosnan y Olivia Williams-. Un buen thriller político con la CIA como malversora de políticos de por sí manipulables, es algo que siempre viene bien a un festival.
Y, encima, Polanski lleva el áurea del escándalo permanente: un buen cóctel mediático para animar la segunda jornada del festival, tras la moderación inaugural el jueves con la china Tuan Yuan. "Es un maestro, el maestro que extrae de nosotros el máximo rendimiento artístico", sentenció McGregor, para deshacerse en elogios a un director que "a veces atentó contra mi ego de actor, otras fue como una madre", y acabar proclamando: "amo a Roman".
"Trabajar con él es algo intenso, muy intenso, como lo ha sido toda su vida", secundó Brosnan, quien recordó la "consternación" que le produjo la noticia de su detención, el año pasado, de "alguien que es padre y esposo, como yo".
El equipo de The Ghost Writer" parecía accionado por el consenso de deshacerse en elogios sobre Polanski, como director, y no entrar en materia, más que de refilón, en el asunto de sus cuentas con la justicia de EU por la presunta violación de una menor en 1977.
Mientras todo esto sucedía, ayer las autoridades suizas dijeron que no extraditarán a Roman Polanski a Estados Unidos hasta que los tribunales de Los Ángeles resuelvan definitivamente que el cineasta debe comparecer para una nueva sentencia en un caso de abuso de menor de hace 32 años.
Metrópolis llegó a Berlín
El mítico filme Metrópolis de Fritz Lang desembarcó en la Berlinale en un reestreno de la versión original restaurada a partir de una copia hallada en el Museo del Cine de Buenos Aires, que abre las puertas a una interpretación nueva de la cinta de 1927.
El Friedrichstadtpalast y la Ópera de Fráncfort se convirtieron simultáneamente en el escenario de esta nueva edición, la cuarta y posiblemente última del legendario filme, mutilado en su día por los estudios alemanes de la UFA y los estadounidenses de la Paramount. Miles de personas plantaron cara al frío y a la nieve y siguieron el espectáculo en la gran pantalla.