Jóvenes Columnistas

Cola que nos pisen...

Sergio Salinas

La semana pasada uno de los temas más polémicos fue el de las adopciones gay. Los actores de este circo fueron la Iglesia, el Gobierno capitalino, el Federal e inclusive la opinión pública ciudadana tanto apoyando como criticando las decisiones de la Suprema Corte al respecto.

Esta situación es reflejo de la incapacidad del mexicano para el debate ciudadano. Fernando Savater, filósofo español, describe de forma general en Caminos hacia la libertad, ética y educación que el ciudadano debe ignorar por un momento sus tradiciones y costumbres para encontrar su condición de igual al resto de los integrantes de su sociedad a fin de encontrar el bien común.

¿A quién no le gusta ser amado y con la oportunidad de defender quién es o incluso la de equivocarse? El debate (intercambio de los porqués de nuestras ideas para un acuerdo) fortalece la democracia pues involucra la tolerancia y la razón. Este debate debe existir; pero con bases sólidas sustentadas en investigaciones científicas y por supuesto en reflexiones éticas universales. Quien no escucha y acepta lo diferente está condenado a la extinción.

En las declaraciones se pronunciaron términos medievales, insultos pueriles y declaraciones ignorantes: maricones, antinatural, peor que el narcotráfico, la Iglesia es intolerante, al igual que legislaciones al parecer sin fundamentos de antemano conocidos. Debido a la naturaleza del tema, no se brinda información al público para un criterio razonado. ¿Pensamos en qué perfil tienen quienes desean adoptar? ¿Existe garantía de que padres heterosexuales son ideales para el desarrollo íntegro? ¿La hay para los homosexuales? ¿Qué investigaciones creíbles e imparciales hay al respecto? El tema de la homosexualidad es en sí desconocido: poca información se brinda en escuelas y medios. La ignorancia persiste y se arraigan prejuicios, tanto para favorecer como para contrariar. Pero sólo los hechos pueden refutarlos.

Realmente vivimos una crisis de valores: carecemos de tolerancia, respeto o reflexión; tenemos intereses políticos, desactualizados o caprichosos. No se hacen preguntas como: ¿quién es un padre?, ¿qué hay de la paternidad responsable?; si se les dan derechos, ¿cuáles son sus obligaciones?; ¿qué origen tiene el término antinatural?, ¿cuáles son los límites éticos de esas decisiones legislativas?; ¿qué sienten los niños? Por otro lado: ¿por qué no se hace la misma polémica y se hacen declaraciones tan públicas por parte de la Iglesia, el Gobierno o los medios (e inclusive del público de cualquier preferencia sexual) para denunciar la degradación de la sociedad por las condiciones paupérrimas de miles de mexicanos, el ínfimo nivel educativo, las redes de pederastia y pornografía infantil, el narcotráfico y la infancia o las condiciones de huérfanos en casas hogares? ¿¡No es más peligroso dejar a los niños mexicanos en las garras del atrasadísimo sistema educativo público y del narco a que los adopten!?

El verdadero debate debe ser informado y reflexionado, se deben escuchar los distintos puntos de vista, ser razonables y argumentativos, empáticos y respetuosos; buscar lo que nos une como sociedad y defenderlo: el ser personas. En México hay discusiones sin sentido, viscerales, destructivas de unos contra otros; ignorando las reglas sólo logramos perder el juego de la democracia. La prudencia y la empatía en nuestra opinión es la mejor forma de no pisarnos nuestras propias colas.

Por Sergio Salinas

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