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Combatir inflamación disminuiría la obesidad

Los científicos que intentan romper el vínculo que une a la gordura con la enfermedad consideran cada vez más que la inflamación es la clave.

Los científicos que intentan romper el vínculo que une a la gordura con la enfermedad consideran cada vez más que la inflamación es la clave.

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¿Sería posible estar gordo y a la vez evitar las enfermedades cardíacas o la diabetes? Los científicos que intentan romper el vínculo que une a la gordura con la enfermedad consideran cada vez más que la inflamación es la clave.

En su lucha por demostrarlo, se está desarrollando un estudio a gran escala para descubrir si un medicamento antiinflamatorio —un primo viejo y barato de la aspirina— puede combatir la diabetes tipo 2, la cual es generada por la obesidad.

Una intrigante investigación nueva ilustra cómo esos globos amarillentos de grasa que yacen bajo la piel son algo más que un sitio de almacenaje de calorías adicionales. Son también un barrio tóxico donde parece nacer la inflamación.

La diabetes y las enfermedades cardiovasculares normalmente van de la mano con algunos kilos de más, un enorme riesgo para cualquiera que tenga sobrepeso u obesidad.

Lo que no está claro es qué es lo que provoca esa cascada de daños que termina en esas enfermedades. A fin de cuentas, hay ejemplos de personas obesas cuyo metabolismo de alguna manera se mantiene adecuado: es decir, sin presión arterial alta, sin elevados niveles de colesterol ni de glucosa en sangre.

"Si las células de grasa funcionaran a la perfección, uno podría estar todo lo obeso que uno quisiera y no estaría propenso a enfermedades cardíacas", dijo el doctor Carey Lumeng, de la Universidad de Michigan. "Es algo que no entendemos, por qué algunas personas son más susceptibles y otras no lo son tanto".

El resolver ese misterio podría llevar a tratamientos más enfocados a las amenazas que genera la obesidad que los hasta ahora efectivos —pero difíciles de cumplir— consejos para bajar de peso.

El sospechoso principal: la inflamación, que el sistema inmunológico utiliza normalmente para combatir infecciones, se vuelve incontrolable con la gordura, "bulle" en el tejido adiposo y luego se expande, dañando venas y generando resistencia a la insulina.

"Todos pensamos que es malo, y sabemos que muchas personas que sufren de inflamaciones realmente fuertes mueren más pronto", indicó la doctora Myrlene Staten, de la división de diabetes de los Institutos Nacionales de Salud.

Por su parte, el doctor Steven Shoelson, del Centro de Diabetes Joslin afiliado a la Universidad de Harvard, destacó algunos informes emitidos hace 150 años de que uno de los antiinflamatorios más antiguos que se conocen —el salicilato, de la familia de la aspirina— puede reducir los niveles de glucosa en sangre.

Además, al ser menos agresivo en el estómago que la aspirina, el salicilato genérico se usa en la actualidad para la artritis. Shoelson descubrió que también inhibe un activador central en la regulación de la inflamación.

"Pusimos estas piezas juntas y funcionan", afirmó Shoelson.

Estudios piloto descubrieron que el consumo a corto plazo de salicilatos, acompañados con medicamentos regulares contra la diabetes, ayudaron a los diabéticos tipo 2 con bajo control a bajar sus niveles de glucosa en sangre de manera sustancial.

Se observaron descensos en niveles de glucosa de 150 a 110, indicó Schoelson.

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