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COMENTARIO

"¿ÉXITO O FELICIDAD?"

GABY VARGAS

Siempre has soñado con alcanzar una meta. Te toma muchos años, mucho trabajo, hasta que un día por fin la puerta se abre. ¡Ya llegaste! te sientes en la cima de tu vida. Ahí, esperas que te reciba algo así como una gran caja tipo Tiffany→ s con un moño blanco precioso, en la que en su interior contenga "LAA felicidad", o algo muy similar.

En cambio, al llegar ahí, no sólo te das cuenta de que dicha caja no existe, sino también que eso que soñaste te proporcionaría "LA felicidad", no lo logra. Es más, te cobra una cuota muy alta.

"Lo que tienes Gaby, es ansiedad". Éste fue el diagnóstico del doctor Rubén Drijansky: Después de casi un año de escuchar de boca de toda clase de especialistas un, "no tienes nada", y de varios análisis para tratar de descubrir qué me producía la dermatitis atópica y las palpitaciones del corazón. Ansiedad... Increíble pero sentí un cierto y extraño "alivio".

"Al menos, ya sé el origen de tan incómodos malestares", pensé. El estrés de no saber qué los provocaba, era peor que el diagnóstico... ¿ansiedad?

Luego de leer todo lo que pude acerca de ese padecimiento moderno y al no identificarme con la mayoría de los casos ni reconocer en mí los terribles síntomas de quienes lo sufren -como los comprendo y entiendo hoy-, una voz en mis adentros me decía que no era ansiedad lo que yo tenía. Pero entonces, ¿qué es lo que me produce esto? Había logrado el sueño de llegar a la televisión y con éxito; mi vida emocional, familiar y profesional no podrían ser mejor; en todos los aspectos -me creía- saludable.

Así, con palpitaciones y dermatitis cumplí 18 meses. El malestar se incrementaba aunado a las exigencias de la vida cotidiana, del trabajo, de la entrega de mis columnas a periódicos y revistas, de asistir a conferencias en diversas ciudades del país, de iniciarme como conductora del programa de televisión y requerir estudiar previamente el tema a tratar; y además estaba mi vida de esposa, de compañera, de abuela, de hija, de amiga y la búsqueda de mi propio espacio.

Hasta que de la manera menos sospechada, el alivio llegó. El día en que depositamos las cenizas de mi papá, tenía por la tarde el compromiso de grabar dos programas de televisión. Al llegar al estudio me encontré con las tres productoras que amablemente me esperaban en la puerta para darme el pésame. No sé cómo en ese momento escuché que de mi boca salía: "Voy a renunciar al programa". Todas nos asombramos.

Puedo afirmar que la decisión llegó a través de mí, no salió de mí. Surgió de alguna parte de mi ser que no era ni la cabeza, ni el corazón y, mucho menos, el ego. La resolución se abrió camino por un túnel profundo cavado tiempo atrás, como quien escapa de una cárcel. Me dejé llevar.

Grabé los programas suficientes para cubrir siete semanas y dejé la televisión. Misteriosamente, poco a poco, los síntomas de ansiedad que padecí durante 18 largos meses se desvanecieron hasta desaparecer.

El nivel de estrés bajó muchos grados y hoy me siento más tranquila. Aprendí algo.

Hoy puedo comprender Drijansky tenía razón. Vivía un conflicto interno entre lo que la cabeza y el ego me dictaban y lo que mi corazón y ser me decían. La factura del estrés por cumplir con todo la cobraba mi salud.

Descubrí que estar en la televisión no es la tierra prometida. Libre de falsas creencias, ya no siento la necesidad de sacrificar mi bienestar para conseguir la aprobación de los demás. La decisión se siente -por fin- bien en la cabeza, en el corazón y en el vientre.

Hoy he conquistado un poco más de paz. Ése es el éxito que vale la pena...

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