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COMENTARIO

MIENTRAS EXISTAN TUS OJOS...

GABY VARGAS

Para ti, querido Germán, por tu vocación de dicha, de música y de creación.

Un día dijiste: "La acumulación de casualidades va creando una causalidad. Estamos a merced de ella que, a su vez, está regida por leyes secretas que todavía no adivinamos. Es la trama de Dios de la que todos somos parte". Ahora lo comprendo.

El espectáculo "Borges con música" comenzó. El lugar, un garaje en la calle Delta donde, frente a un escenario improvisado, las mesas y la gente se apretujaban. El fondo de cuerdas de guitarras, la poesía, las risas y el canto hicieron que esa noche que te conocí se grabara para siempre en mi memoria. Junto a Adriana Landeros, Ernesto Anaya, Jaime Guarneros, Antonio López y Gerardo Tamez, el equipo de amigos que siempre te acompañó en escena en torno a todo lo que se te ocurriera montar, lograron la magia.

Me enamoré de Borges y de tu pasión por él. Así descubrí la poesía, y es lo que más te agradezco. La devoción casi sagrada que sentías por ella y en especial por el escritor argentino, salían como música de tu voz al recitar sus versos y nos la contagiaste. Sin saber por qué, se me hizo un nudo en la garganta y lloré al escucharte.

Ese día se me abrió un mundo totalmente ajeno a mi ajetreo de mamá, de lo material y cotidiano, del ir y venir, del trabajo... Era el mundo de la palabra, de la belleza, de lo sublime, y que de manera inexplicable me tocaba el alma, me asomaba a otras profundidades nunca antes visitadas.

Así continué como alumna tuya durante 25 años. ¡Qué fortuna y privilegio! Gracias a ti conocí la literatura. De manera divertida y humana nos acercaste a los grandes escritores como Sor Juana, Saramago, Vargas Llosa, Yourcenar, García Márquez o Carpentier. Con ironía y humor desmenuzabas la historia personal del autor, de la época, del pensamiento, como de la obra. Nos enseñaste a descubrir lo que el autor nos revelaba entre líneas. Decías que si cumplimos bien la tarea de leer, estaremos en el paraíso. ¡Era una verdadera delicia!

Nunca olvidaré la importancia que le dabas a cultivar la riqueza del lenguaje porque "quien no tenga las palabras, no tiene las herramientas para vivir". Con esa cualidad de abordar el tema a tratar como la punta de un hilo, así nos paseabas por historias, por política actual, por anécdotas y tiempos remotos. De a poco, nos elevabas hasta tocar la cima de lo sublime, y en el salón se instalaba un silencio respetuoso en el que las almas de todos vibraban ante la belleza. Ahí quedaban sostenidas gozosamente por unos instantes hasta que, con un comentario, provocabas una fuerte carcajada que nos hacía regresar a la realidad, cerrabas el círculo con una inteligencia prodigiosa.

Decías que "el instante es fugaz y viene en un aluvión de belleza. Ese turbión de sensaciones nos toma por sorpresa y nos damos cuenta. Es después que decimos 'fui feliz'". Es cierto, la hora de clase pasaba como agua, y durante los casi 25 años en los que tanto aprendí y disfruté, fui feliz. Lo digo también en nombre de todos tus alumnos que fielmente acudíamos a la cita.

Querido Germán, disfrutaste de este mundo, amaste la vida, buscaste la inteligencia, la belleza, lo digno, lo justo, y por ello la felicidad en el Cielo se te dará a manos llenas.

Tres días antes de tu partida me dijiste algo que, en ese momento, no percibí como despedida: "Mientras existan tus ojos, yo andaré por ahí...". Tienes razón, querido Germán, por aquí andas y muy dentro de mí. Gracias por todo lo que nos enseñaste.

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