Los nervios no me dejaban dormir. Faltaban dos semanas para la conferencia que daría en TEDxDF. ¡TED! (una organización mundial no lucrativa, fundada en 1984 y cuyas siglas corresponden a "Tecnología, Entretenimiento y Diseño"); siempre he admirado ese sitio por lo maravilloso de sus pláticas. Fue todo un reto para mí. Su público es completamente heterogéneo: con diferentes edades, intereses, orígenes, ideología, educación y sólo un común denominador: ser muy exigente.
"Las reglas de TED, Gaby -me advirtieron los cinco jóvenes organizadores que me visitaron en la casa-, son las siguientes: tu plática no debe durar más de 18 minutos, te puedes tardar menos, pero ni un segundo más. El tema debe ser algo totalmente tuyo. Esfuérzate en crear la mejor plática que hayas dado. Muéstranos cómo eres, sé tú en la forma más relajada. Comparte tus pasiones, tus sueños y tus miedos; sé vulnerable. Habla de tus fallas como de tus éxitos. Cuéntanos un cuento. TEDxDF es un foro para charlas, no para la academia. Si bien es un evento independiente, las pláticas que cumplen las reglas se suben al sitio "padre" que es ted.com y al que tiene acceso todo el mundo. Haz que tu hilo conductor vaya "in crescendo" para llegar al clímax y deja la tesis central de tu charla ligada a un recuerdo extraordinario. Tu reto es no dar una charla obvia... Lleva al público hacia donde nunca hubiera pensado, quedará sorprendido. Simplifica lo complejo. Puedes valerte de elementos significativos que se vuelvan señas particulares y memorables de tu charla (entre menos, mejor). Viste de manera informal y ¡gózalo!". Esas fueron más o menos sus palabras; "¿eh?", fue mi respuesta.
Cual primeriza me quedé aterrada. Hablar de mí, de cómo soy realmente sin ningún tipo de máscara, como la de "la conferencista" o la de "la experta en tal o cual tema"; dejar de lado el ego, mostrarme vulnerable al mismo tiempo que ofrecer algo memorable, me produjo dolor en la boca del estómago y varias noches de insomnio. Así que decidí consultar con Pablo, mi hijo, quien podría ganarse el título del juez más severo sobre la Tierra. En el momento en que se lo planteé se tenía que ir a algún lado, así que me dijo: "A ver mamá, dame una síntesis de tu plática". Sus ojos de frío y concienzudo análisis me veían, mientras yo trastabillaba tratando de "sintetizar" mi tema. "Mamitaaa, esto es TED, ¿de acuerdo? No es una plática cualquiera, tienes que excavar más hondo si quieres que tu charla se suba a ted.com". Y se fue.
Si ya estaba angustiada, me dejó peor. Hasta que un día me dije: "Ya basta de nervios. Voy a dar lo mejor de mí y si no paso la prueba de subir al "Gran TED", ni modo. Algún día lo lograré, quizá en cinco o 10 años".
La grabación fue en el Teatro de la Ciudad, donde el público presente sólo era la punta del iceberg, ya que esta organización ofrece en su sitio web, en forma gratuita, todo tipo de charlas sobre filosofía, nutrición, arquitectura, desarrollo, ecología, música y demás, en verdad es una maravilla. Si las pláticas están en otro idioma, los voluntarios de cada país las subtitulan.
Pues mi charla sobre "¿Qué es el verdadero bien-estar?" ya pasó. ¿Cómo me fue? Creo que bien, aunque olvidé decir la frase más importante que le daba todo el sentido al tema. Pero así es esto. Quien lo ha hecho sabe que siempre que preparas una plática, resulta que son tres: la que preparas, la que das y la que te hubiera gustado dar. De todas maneras agradezco a TED haberme obligado a estirar mi liga más allá de mi zona de confort.