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COMENTARIO

¡CELOS!

GABY VARGAS

Qué importante y necesario es escapar un fin de semana sólo con tu pareja. La cotidianidad aleja irremediablemente; de no procurar unos días de encuentro la rutina enfría cualquier relación. Víctimas de lo anterior, mi esposo y yo decidimos aprovechar el puente y escaparnos. Sólo que el viaje me provocó unos celos enormes.

"¿De México? Permítame un momentito por favor". El agente de aduanas nos separó de la fila de los pasajeros que acabábamos de aterrizar en San José de Costa Rica.

A los turistas provenientes de otros países los dejaban pasar sin detenerlos sólo con ver la portada de su pasaporte. "¿A qué vinieron a Costa Rica? ¿Cuántos días se van a quedar? ¿Cuándo se regresan? ¿Cómo se llama la compañía en la que trabaja?", éstas, entre otras preguntas nos hicieron sentir como verdaderos delincuentes. No se trataba de una revisión de rutina. ¿La razón? La palabra "México" en la portada de nuestros documentos. Cuando me cayó el veinte sentí una enorme tristeza y pena por mi país.

Desde que aterrizamos a las once de la noche en un avión de Aeroméxico repleto, después de un vuelo de tres horas, los celos empezaron a atacarme. Sin duda Costa Rica es un país privilegiado en cuanto a riquezas naturales, pero basta que el hombre trate de edificar una ciudad, y todo se afea, como nos sucede en muchas ciudades de Latinoamérica, y en este caso, a San José.

A pesar de la mucha infraestructura que a ese país le falta, en el aeropuerto pernoctaban tres aviones de United, tres más de American Airlines y unos cinco Charters de distintos orígenes. Pero al llegar al hotel Marriott, noté la cantidad de extranjeros que transitaban por el recinto a pesar de la hora.

"¿Qué porcentaje de ocupación tienen?" le preguntó al maletero. "Señora, estamos al 95 por ciento; la mayoría de huéspedes vienen por negocios", me contestó; mientras yo pensaba en los hoteles casi vacíos de mi país y en todas las malas noticias que los medios difunden, empezando por los nuestros. Creo que preferiría no estar informada de tanta tragedia. Le haríamos un bien a nuestro país y a nuestra salud. ¿De qué sirve hoy estar informado? Sirve para intoxicar nuestra mente, alejar al turismo y deteriorar nuestra imagen. Sería mejor para todos trabajar calladitos; y eso sí, anunciar con bombo y platillo cada vez que México se anotara un punto a su favor.

Al día siguiente mi esposo y yo tomaríamos el avión bimotor a las 7:00 am, volaríamos durante una hora y manejaríamos otra más hasta llegar, por fin, a Liberia, nuestro destino.

Al llegar al hotel y ver el paisaje del pacífico honestamente pensé: esto podría ser Puerto Vallarta, Zihuatanejo o Manzanillo. Me parecía un poco absurdo haber viajado tantas horas y tan lejos para encontrar la misma belleza.

Si a nosotros nos queda lejos, me imagino que ¡aún más a los americanos y a los canadienses! Mientras, nuestras playas, cocina, cultura y tradiciones esperan engalanados a que los turistas nos visiten. Por eso cuando el gerente del hotel nos comentó: "Estamos muy contentos porque en los siete años que el hotel tiene abierto, esta temporada estamos llenos hasta el mes de mayo de 2011". Pensé: "¡Claro! Son todos los turistas que hubieran ido a nuestro país si las condiciones fueran otras". En ese momento tuve que disimular para que no se notara la llama verde de celos que salía de mis ojos.

Cómo me gustaría que todos los gerentes, maleteros, meseros y taxistas del país, pudieran decir lo mismo. ¿Te imaginas?

Por lo pronto, aunque lejos para tan pocos días, Pablo y yo regresamos con las manos y el corazón entrelazadas.

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