La amenazante realidad que expresan las estadísticas, según las cuales nuestro país ocupa un primer lugar en obesidad y consumo de comida "chatarra", ha originado una preocupación en la sociedad mexicana al menos en teoría, que todavía está por ver que se proyecte en la realidad, en un cambio en la conducta individual y colectiva.
En dicha reacción desde luego participan nuestros políticos, especialmente nuestros legisladores, que a falta de un conocimiento crítico de la realidad y una visión en perspectiva de la solución a los problemas que aquejan a la comunidad, viven a la caza de todo género de coyunturas emergentes, que les sirvan de oportunidad de lucimiento mediático.
A este último impulso obedece la iniciativa discutida en el Congreso de la Unión en fecha reciente, relativa al control del consumo de alimentos "chatarra" en las escuelas y otra de mayor actualidad, que pretende limitar y hasta prohibir la publicidad comercial de productos alimenticios considerados de poco valor nutritivo.
En cuanto al primer tema, resulta previsible que si como sociedad no somos capaces de mandar sobre los hábitos alimenticios de nosotros mismos y de los hijos y alumnos que son a nuestro cargo en nuestra condición de padres o maestros, cualquier ley que pretenda implantar por obligación coercitiva tales costumbres, redundará en fracaso.
En cuanto al segundo tema entraña otro tipo de riesgos en el terreno de los derechos civiles, porque una limitación a la publicidad comercial de cualquier producto cuya elaboración y venta no sea considerada delito, implicará un ataque a los derechos fundamentales de libertad. La limitación de la publicidad mencionada bajo el criterio referido con anterioridad, abre la puerta a otras formas de ataque al derecho de toda persona a dedicarse a la actividad productiva que le acomode siendo lícita, así como al derecho de libertad en el campo de difusión de las ideas.
Por otra parte, es absurdo que mientras se genera una tendencia legislativa en el sentido de legalizar el consumo de drogas, haya quien rasgue sus vestiduras y pretenda prohibir con la balanza y con la espada de la ley, la ingestión de alimentos de valor nutritivo cuestionable.
El comportamiento de los políticos que es objeto de comentario, que redunda en una producción legislativa mediocre y errática, encuentra terreno abonado en una mala actitud de los ciudadanos, que lejos de asumir como propia la solución de los problemas que existen en cada uno de los ámbitos de la vida social cotidiana, solemos esperar todo de papá gobierno e imaginar que los males que nos aquejan se resolverán con tan sólo crear leyes nuevas o reformar las que existen.
Las leyes no son pilmama de nadie. Por eso se insiste en que si los padres de familia de carne y hueso no somos capaces de cerrar filas entre nosotros mismos, en alianza con el personal directivo y docente de las escuelas en las que estudian sus hijos, para evitar que en el interior de los centros educativos se vendan alimentos "chatarra" como refrigerio que consumen los niños y jóvenes en la vida real de todos los días, ninguna ley logrará el propósito.
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