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Como los árboles

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

¿Por qué siempre me toca escribir la parte triste de estos acontecimientos? Es raro cuando tengo el privilegio de hablar de mis amigos en vida. Tengo que proponerme el escribir más seguido sobre su vida cotidiana y los triunfos que ellos alcanzan así sean pequeños.

Porque la vida se nos va muy rápido y para cuando acordamos ya estamos hablando de su partida.

Me duele abordar estos temas, pero no puedo dejar de hacerlo, pues es en esencia un sencillo homenaje póstumo.

Es doloroso enfrentarse a la partida de un buen amigo y mucho más, cuando ésta se presenta sin previo aviso. Cuando alguien enferma gravemente, me voy haciendo a la idea de que puede haber un desenlace fatal y eso aminora el golpe definitivo, si éste se presenta.

Pero cuando un día estás con el amigo y al siguiente te dicen que sufrió un accidente y está al borde la muerte, la noticia te impacta irremediablemente.

Apenas unos días antes habíamos estado tranquilamente tomando café en la reunión cotidiana con los amigos. Tuve que salir de la ciudad y a mi regreso Eduardo Martínez Salas ya había fallecido.

Mis amigos, y Lalo entre ellos, son como los árboles: te pares donde te pares siempre están de frente a ti. Echan profundas raíces a lo largo de los años y eso hace que cada día te identifiques más con ellos.

Están ahí siempre. En las buenas y las malas; e invariablemente con un comentario afable y alentador.

No fueron muchos los años desde que Lalo se incorporó a la mesa de café, pero sí los suficientes como para hacerse querer por todos.

Hay quienes creen y lo dicen, que desde esa mesa de café se conspira, se compone el mundo y se fraguan estrategias políticas. Nada más falso y alejado de la realidad.

A ella se acude para platicar con los amigos, para enterarnos de cómo han estado y sobre todo, para pasar un rato agradable.

A eso se reúnen diariamente los mal llamados "Coffi Boys", queriendo hacer un grotesco símil con aquellos famosos "Chicago Boys".

Las columnas políticas, tan ávidas de cotilleos y cosas insulsas e inventos, les dieron en algún momento de su historia una connotación que jamás han tenido.

Es un buen grupo de amigos y muchos quisieran poder estar ahí, siquiera para contar con algunos de ellos. Por eso no entienden la esencia de esas reuniones. Reunirse diariamente a lo largo de más de treinta años no es cosa fácil.

Pero Lalo acudía cotidianamente a esa mesa, para aportar sus conocimientos y alegría de vivir.

Su pelo, encanecido prematuramente, hizo que alguna vez alguien le llamara Don Eduardo, pero para nosotros era simplemente Lalo, el amigo con el que compartíamos todos los días las vicisitudes de la vida.

No obstante su limitación física, Lalo no paraba de ir de un lado a otro. Trabajaba incansablemente, porque amaba lo que hacía y lo hacía además, con generosidad y entrega.

Hombre estudioso, se preciaba de traer en su computadora telefónica lo mismo la Constitución que los códigos del Estado y atajaba cualquier discusión jurídica recurriendo al texto de la Ley.

Don Antonio Alanís, que nos sigue tratando a todos como si fuéramos sus alumnos (y que en realidad lo somos), invariablemente le replicaba diciendo que: "no bastaba con conocer el texto de la Ley, sino que había que saber interpretarlo". Pero eso sólo se lo permitimos a personas como don Antonio que se ha pasado la vida enseñándonos derecho.

Generoso como lo era, Lalo le obsequió a Toño Irazoqui una grande botella de vino, el día que comimos con Toño para homenajearlo. Fue, por supuesto, una botella enorme de vino tinto francés que si Toño no la ha abierto, debería de hacerlo cuando nos juntemos para recordar a Lalo. Sería un bonito detalle.

Brindar con ese vino por el amigo que, como los árboles, supo echar profundas raíces en los corazones de muchos de nosotros.

Por esas y muchas razones más, siempre te recordaremos con alegría, querido amigo; y donde quiera que estés deseamos que encuentres la paz que siempre anhelaste.

Por eso hoy más que otras veces: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su Mano".

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