Inconfundible. El atuendo de Ágatha Ruiz de la Prada es inconfudible y asegura que incluso llega a dar miedo. EL UNIVERSAL
Un edificio. Es una de las pocas cosas que le quedan por hacer a Ágatha Ruiz de la Prada, una mujer de incansable creatividad que, si bien se considera a sí misma como "una arquitecta frustrada", ha sabido construir una marca -a partir de su amor por ese arte y el color-, que es reconocida en todo el mundo.
Algunos elementos que componen el universo de esta diseñadora española incluyen ropa, accesorios, muebles, lámparas, alfombras, papelería, cascos de motocicleta y perfumes. Es precisamente el mundo de los aromas lo que la trae de nuevo a nuestro país, lugar que ya considera como suyo.
La línea de fragancias de Ágatha llega a México por primera vez y para esta madrileña "ya era hora". En entrevista con KIOSKO, De la Prada nos da un pequeño vistazo a ese universo que la rodea y a la personalidad vibrante que, más allá de su extravagante atuendo, queda demostrada a través de su esencia.
La creativa, nacida en 1960, dice estar encantada con la colonia Condesa del Distrito Federal. La charla empieza de forma inesperada, atípica, como Ágatha; pide que apaguen el aire acondicionado porque le parece "el derroche de energía más estúpido que hay en el mundo".
El chico de mantenimiento la mira extrañado y casi asustado, pero sigue sus instrucciones al pie de la letra.
UNA MUJER FUERA DE LO COMÚN A primera vista, parece intimidante, lleva unos leggings rosas, una falda amarilla con su nombre estampado, una blusa verde con rosa, gafas de sol enormes y una diadema con una pelota dorada al centro.
En fin, un atuendo que deja atónita a la mayoría de las personas que la miran, pero que es inconfundible. Al preguntarle si la gente le tiene miedo, contesta franca: "Aquí menos que en España".
De la Prada está muy familiarizada con México. Ha venido en diversas ocasiones y recorrido ciudades como Monterrey, Puebla, Cancún, Aguascalientes y, por supuesto, el Distrito Federal.
"Me han tratado maravilloso toda la semana, me encuentro animadísima. Primero, estoy en este hotel que me tiene encantada y luego, en este barrio que es una monada. Además, la gente ha sido simpatiquísima conmigo y el clima ha estado fenomenal", señala.
La plática se centra en lo que la diseñadora ha hecho en esta última visita. Ágatha habla con pasión, de forma acelerada, como buena española; sin embargo, hay una parte de la conversación que la entusiasma aún más: "Me llevaron a la casa de Luis Barragán y ¡casi me muero!".
En todo momento, por peculiar que parezca, consigue hacerle un huequito a la arquitectura y ¿cómo no?, si proviene de una familia de ocho generaciones de arquitectos, claro, hasta que ella decidió tomar otro camino. La obra del maestro Barragán la impresionó y afirma que le inspira más este tipo de trabajo que el de los diseñadores de moda.
"Claro que me gusta el trabajo de Balenciaga o Yves Saint Laurent, pero me emociona más el de personajes como Barragán porque puedes sacar eso, una emoción. En la ropa, lo importante no es si está bien o mal cosida, sino la emoción que te provoca. En lo personal, prefiero ver arquitectura que ir de compras".
La española comenzó a estudiar la carrera hace algunos años, pero asegura que "es dificilísima" y que además, no se divertía nada. Sin duda, la diversión es uno de los puntos fuertes que delimitan la trayectoria de De la Prada, ya que su concepto transmite una vibra distinta, especialmente, gracias al uso del color:
"El padre de mi abuela era de Guatemala y creo que de ahí me viene el gusto por lo colorido. Quería ser pintora, sobre todo, porque me encantaba dibujar. He tenido mucha suerte porque he podido inventarme mi profesión".
UN AROMA CON CORAZÓN Más que invención, se trata de visión. Ágatha es dueña de una imaginación inagotable y sabe cómo aterrizar sus ideas; no obstante, asevera que no siempre fue así y que, precisamente, fue su primer perfume lo que le abrió las puertas del éxito en España.
"Durante muchos años la gente me conoció como la diseñadora que hacía ropa imposible de poner, anticomercial. Entonces, con la creación de mi primer perfume, Corazón, pude entrar en las casas de los españoles. Esto me permitió llegar a lugares a los que no hubiera llegado nunca y me cambió la vida, porque conseguí el apoyo de una tienda departamental como El Corte Inglés, algo que es crucial para un diseñador.
"El perfume es un intangible que, si funciona, le permite a la gente estar cerca de ti sin que le dé vergüenza. Gracias a las fragancias, el público se sintió cómodo con mi trabajo y aceptó mi creatividad como diseñadora", expresa.
La empresaria está sentada en un sillón de color blanco y su presencia contrasta con la sencillez de la ambientación. Es como si fuéramos testigos de una explosión de alegría y frescura, la misma sensación que emana al destapar una de sus esencias.
"No soy una femme fatale, ni una cosa neutra. Lo que hago tiene que reflejar lo que soy. Para no llamar la atención, me quedo en mi casa. Me gusta que me volteen a ver", expresa.
No teme decir que para crear su diseños da "un paso adelante y dos atrás". Ágatha reconoce lo que es, aún cuando esto sea difícil de describir; nunca ha sido víctima de las tendencias efímeras y, lo más importante, ha logrado siempre ser fiel a sí misma.