"La gente demanda libertad de expresión como compensación por la libertad de pensamiento que rara vez ejerce."
Sören Kierkegaard
E parece absurdo obligar a la licitación de una concesión cada vez que ésta vence. Esto, sin embargo, es lo que buscan algunos políticos ahora que se está revisando la ley de radio y televisión. Es una práctica que no se tiene en ningún país con libertades y que nadie pretendería aplicar en otros tipos de concesiones, como las bancarias, las mineras o las que tienen las líneas de aviación.
Obligar a una nueva licitación cada siete, 10 o 20 años, o cualquiera que sea el plazo original con el que se otorga una concesión, impediría la inversión de largo plazo. Los concesionarios no podrían, ante la incertidumbre, siquiera contratar a personal de planta. De hecho, se crearía un sistema de enorme perversidad al obligar a un concesionario a tratar de recuperar en siete años todo el valor de la enorme inversión que se requiere para echar a andar una emisora de radio o televisión.
Lo lógico sería mantener en la radio y la televisión mexicanas normas similares a las que existen en virtualmente todos los países democráticos y de economía de mercado del mundo. La concesión debe renovarse de forma automática al vencimiento, a menos de que el concesionario viole los términos de la concesión. En Estados Unidos, Canadá, los países de Europa occidental, Japón y Corea del Sur, entre otros muchos países, esta es la práctica habitual.
¿Cómo se reduce entonces o se elimina la dominancia de mercado generada por el regalo en el pasado de cientos de concesiones de radio y televisión a una sola empresa, Televisa? La clave está en la tecnología. Los servicios de televisión por cable, satélite e internet permiten la multiplicación de canales. Lo mismo ocurre con las transmisiones digitalizadas de las emisoras que están utilizando el espectro radioeléctrico tradicional.
No hay razón para que no podamos tener en México no una sino muchas nuevas cadenas de televisión. La solución no radica en licitar nuevamente una frecuencia cada vez que ésta vence sino en permitir que la tecnología ya existente multiplique la oferta de nuevos canales.
Adicionalmente, los legisladores deben crear un marco normativo claro, que asegure el desarrollo tecnológico y la competencia en radio y televisión, pero no deben meterse en la regulación de contenidos. México no puede ya aceptar nuevas censuras. Desafortundamente, algunos de nuestros legisladores parecen decididos a crear en nuestro país un sistema de radio y televisión similar al de los países autoritarios, como Cuba o Venezuela. Debemos, por el contrario, seguir los esquemas que se han adoptado en países democráticos y de libre empresa.
El tema de la regulación de la radio y la televisión se ha vuelto muy complicado en nuestro país debido a un fallo de la Suprema Corte de Justicia en 2008 el cual determinó que, en aras de preservar la "rectoría económica del Estado", debe evitarse la renovación automática de las concesiones. Este fallo sólo lo puedo atribuir a la ignorancia de los ministros sobre lo que significa crear un régimen de tal incertidumbre en cualquier industria o sobre la situación que prevalece en los países con régimen de libertades para la operación de la radio y la televisión.
El deseo de algunos políticos de ajustar cuentas con Televisa no debe ser razón para destruir a toda una industria (aclaro un interés personal en el tema: yo colaboro con TV Azteca y con el Grupo Radio Centro). No tiene ningún sentido pretender que se puede licitar una y otra vez una concesión cada que ésta venza. Debemos buscar la diversidad y la competencia, es cierto, pero a través de los caminos que nos abre la tecnología.
DOS GÜERAS
Las dos güeras pueden haber participado en dos bandas distintas de secuestradores o incluso en la misma banda. Lo que no es posible es que Lorena González y María Elena Ontiveros Mendoza hayan sido las dos la güera que operó el retén en que fue secuestrado Fernando Martí.
