Hoy comentaré para usted sobre Tales de Mileto, uno de los siete sabios de la Grecia Antigua, los demás fueron: Cleóbulo de Lindos, Solón de Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Pítaco de Mitilene y Periandro de Corinto.
Lo que se conoce de él se debe a Aristóteles, se sabe que era un gran astrónomo -llegó a predecir con exactitud un eclipse de sol-, excepcional matemático y físico -estableció con precisión la altura de las pirámides de Egipto, país en el que estudió, con sólo medir la sombra que proyectaban-, pero, sobre todo, era un hombre renombrado por su conocimiento político y un filósofo lleno de la sabiduría de la vida.
Gracias a mi amigo Derly Rivas, hoy transcribo para usted el siguiente correo: "Cierto día se acercó a Tales de Mileto un sofista, y buscando enmarañarlo con su perversidad le hizo las siguientes nueve preguntas:
--¿Qué es lo más antiguo?
--Dios, porque siempre ha existido.
--¿Qué es lo más bello?
--El universo, porque es obra de Dios.
--¿Cuál es la mayor de todas las cosas?
--El espacio, porque contiene todo lo creado.
--¿Qué es lo más constante?
--La esperanza, porque permanece en el hombre después de que lo ha perdido todo.
--¿Cuál es la mejor de todas las cosas?
--La virtud, porque sin ella no existiría nada bueno.
--¿Cuál es la más rápida de todas las cosas?
--El pensamiento, porque en menos de un minuto nos permite volar hasta los confines del universo.
--¿Cuál es la más fuerte de todas las cosas?
--La necesidad, porque es con lo que el hombre enfrenta todos los peligros de la vida.
--¿Cuál es la más fácil de todas las cosas?
--Dar consejos.
Cuando llegó a la novena pregunta, Tales de Mileto dio una respuesta tan inesperada que a su interlocutor sofista le pareció paradójica,
--¿Cuál es la más difícil de todas las cosas?
--Conocerse a sí mismo".
Pues la entrevista me parece fabulosa para recordar que somos una generación que gracias a los grandes inventos: TV, Internet, radio, prensa, etc., conocemos al mundo, pero no nos conocemos a nosotros mismos, hemos llegado a la Luna, pero hemos descuidado llegar a lo más íntimo de nuestra alma; nuestra generación construye los edificios más altos e inimaginables, pero omite la edificación de los acuerdos y los espacios cortos para la paz.
Somos una generación de avanzada en la ciencia y de retroceso en lo humano, mientras millones de seres humanos carecen de techo y padecen pobreza extrema, enfermedades, desnutrición, hambre, analfabetismo, un reducido grupo de líderes malgastan fortunas en una carrera armamentista que a nada nos conduce... que no sea a la autodestrucción.
Mientras en la búsqueda del dinero y del poder político y económico presumimos con los avances tecnológicos de punta, con la emisión de gases de carbono y con ello con el efecto invernadero, estamos destruyendo nuestra casa común: la madre tierra, y todo por una sencilla cuestión: hemos olvidado que formamos parte del mayor milagro que hay en el universo: el milagro de la vida y hemos olvidado también... conocernos a nosotros mismos.