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Confusiones policiacas

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Lo mínimo que una ciudadanía golpeada por la violencia y la inseguridad puede exigir a sus autoridades es coordinación. Pero en las corporaciones policiacas de México, Coahuila y Torreón ignoran el significado de esa palabra. Hechos recientes ocurridos evidencian el desorden que priva, paradójicamente, en las llamadas “fuerzas del orden”.

El pasado martes 12 de octubre, agentes municipales se enfrascaron en una riña con policías estatales. La reyerta inició cuando el convoy comandado por el jefe de la corporación local, Bibiano Villa, interceptó y detuvo a un grupo de elementos investigadores estatales que realizaban pesquisas sobre un secuestro. En el forcejeo, Villa agredió físicamente a un agente del Ministerio Público identificado como Fernando Olivas, hijo del delegado regional de la dependencia. Al final, el asunto quedó enterrado con el epitafio de “fue un mal entendido”.

Otro “mal entendido”, de consecuencias mayores, es el que acaban de protagonizar en esta ciudad agentes de la Fiscalía del Estado, apenas el miércoles 27 de octubre. En esa ocasión, policías operativos asignados como escoltas de un empresario, que atendían un reporte de supuesto secuestro, se enfrentaron a balazos con policías investigadores que realizaban acciones contra el robo de autos. El saldo de la confusión: cuatro agentes heridos, uno de ellos de gravedad.

Pero la “confusión” más lamentable tuvo lugar en Saltillo el fin de semana antepasado. La madrugada del domingo 24 de octubre un tiroteo entre presuntos sicarios y elementos del Ejército y policías federales y estatales segó la vida de una mujer de 47 años y sus dos hijos, de 18 y 14, quienes se encontraban a bordo de un vehículo detenido en un puesto de revisión al momento que inició de la balacera. Para el fiscal Jorge Torres la tragedia se derivó de una “mala fortuna”; para el gobernador Humberto Moreira se trató de un “error”. Vaya mala fortuna, vaya error.

Los hechos arriba descritos confirman de manera cruda y vergonzosa que la falta de coordinación es la norma en los cuerpos de seguridad, y que mientras no se trabaje en serio para revertirla, más allá del discurso vacuo, este tipo de confusiones, malos entendidos, errores, o como quiera llamárseles, continuarán presentándose, en detrimento de la vapuleada seguridad de los ciudadanos que no ven aún la luz al final de este túnel de terror en el que se ha convertido la cotidianidad del país y de la región.

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