Recuerdo, así al vuelo, que asistí no en una o en dos, sino en más de treinta ocasiones, a celebrar el aniversario del espléndido hecho bélico del cinco de mayo de 1862, cuando las armas nacionales mexicanas, comandadas por el general liberal Ignacio Zaragoza, se cubrieron de gloria para vencer en Puebla al ejército francés de Napoleón III el flagrante invasor del suelo mexicano.
¿Quién nos diría, entonces, que al paso de los años, la celebración de este hecho iba a perder el halo incandescente del fervor patrio que la distinguía?; lo mismo que ha sucedido con casi todas las conmemoraciones históricas de nuestro calendario patriótico, hoy, luego de diez años de gobierno conservador, están convertidas en puentes; no de los útiles pasos elevados o deprimidos puestos al servicio de la capital de Coahuila y de sus principales ciudades por el "Gobierno de la gente". No confundir, por favor, con los puentes cronológicos de Fox, que son simples días consecutivos de un dulce hacer nada y sólo sirven para volatizar la esencia cívica de nuestras efemérides históricas.
Obra diabólica del ex presidente Fox, esta conversión fue promovida con el perverso fin de borrar en la cronología esencial de nuestra historia patria las fechas ideológicamente comprometidas con nuestro pasado, pues cada una provocó en la sociedad un renacimiento apasionado de las viejas luchas entre las facciones conservadoras y liberales.
Tuvimos siempre fechas para el recuerdo cívico, éstas confluían, con un sentido pundonor de los deberes ciudadanos, a concitar y exaltar el orgullo nacional por nuestros hombres históricos y nuestros logros ideológicos.
Al calibrar la trascendencia de aquel calendario patriótico la nación evocaba y conmemoraba con el mayor tono de solemnidad las efemérides centrales: Independencia, Constitución, Reforma y Revolución, que fueron las cuatro columnas de afirmación y sostenimiento de la vida civil de México, por las que tanto se esforzaron los prohombres fundadores de la República.
Al mercadotécnico y cocacolero señor Vicente Fox, metido en la política nacional, le provoca erisipela y rasquiña la sola mención de los nombres de don Miguel Hidalgo y Costilla y otros capitanes de la insurgencia de 1810; de don Benito Juárez y otros pensadores liberales que estructuraron el Estado mexicano con la Constitución Política de 1857 y las previas Leyes de Reforma, bases fundamentales del México moderno; de don Francisco Ignacio Madero que se atrevió a levantar en armas al pueblo de México para liberarlo, con el sacrificio de su vida, de más de treinta años de dictadura porfiriana; de don Venustiano Carranza, quien ya asesinado Madero, tuvo el valor de enfrentar al sórdido magnicida Victoriano Huerta y proponer y promulgar una nueva carta magna en el país con amplio sentido político y social el día 5 de febrero de 1917.
Estos oxidados y viejos odios de los conservadores mexicanos hicieron promover en Vicente Fox la transformación de los hechos esenciales del México moderno hacia sendos períodos dedicados a la holganza; así, nuestro pueblo que es, por naturaleza, dado al placer del no hacer, sale en las vísperas de cada obligado puente hacia las playas y ciudades turísticas circundantes, y no precisamente con el fin de recordar, sino para olvidar lo que nunca debe ser olvidado.
Si usted, lector, observa y analiza los titubeantes discursos del presidente Calderón, o los de sus peones de estribo, percibirá el modo oblicuo de sus textos, en este año de centenarios patrióticos. Con buena gana hubieran visto las rememoraciones al soslayo y habrían reducido su celebración a los mínimos festejos escolares de himnos y recitaciones; pero hoy, modernos al fin, estos personajes se sirven de la televisión, siempre a la escucha de las órdenes del Gobierno, para "discutir" a México en las horas menos propicias de la programación televisiva; para destacar errores de conducta personal o algunas contradicciones humanas en las luchas de la Independencia, de la Reforma y de la Revolución. Y nada más.
No se habla de las traiciones conservadoras, de sus alianzas con la Iglesia de Roma, de su ambición de ver constituido a México en una monarquía, de sus expoliaciones a la gente pobre y de tantas cosas más que recordará la burguesía en el próximo puente foxista sobre las enchapopotadas playas de "la isla"...